Cuentan los historiadores que las tropas francesas en derrota la noche de Waterloo, dejaron al enemigo centenares de cañones militares de transporte, pero ninguna bandera. Es que, aún en derrota los veteranos de tantas batallas recordaron la vieja fórmula que aconsejaba Maquiavelo en su "Arte de la Guerra": "ritornare al signo", volver a la bandera. En la desbandada, los soldados bisoños fueron aprisionados o sablea-dos por sus vencedores, pero en las llanuras de Waterloo, millares de viejos soldados, rodeando las banderas de sus regimientos, silenciosos pero alertas, recorrieron el doloroso camino de los vencidos con dignidad, y salva-ron así, con su bandera, su libertad y su vida.
Después de muchos años de congoja y algunos de esperanza, nuestro país presencia atónito la derrota de su histórica vocación democrática; sablea-da,
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necida, por la demagogia irresponsable, y el totalitarismo solapa-do. La hora ha llegado para los que te-nemos un auténtico sentir democrático y nacional, de "volver a la bandera". A la única que hizo progresar el país. Que le dio en lo interno seguridad material y grandeza espiritual, y en lo externo solvencia moral y material. Volver a la bandera que respetando a todos mere-ció de todos el respeto, y que siendo extrapartidaria entró en la línea de todos nuestros partidos democráticos: la bandera liberal.
Volver al liberalismo es volver a la verdad. A nuestra verdad histórica de la que "modas" políticas actuales y pasa-das han querido sacarnos. Volver al liberalismo es volver a la bandera de Mayo y de Caseros; a la de Moreno y Alberdi, Echeverría, la de Sarmiento y Mitre, la de las viejas luchas civiles, que siempre,
aunque a veces inexpresada o confusa- |
mente sentida, la llevaron clavada en sus almas y mentes, y raramente dejaron de hacer tremolar en los momentos estelares de sus vidas.
Volvamos a la bandera ideológica de la independencia y de la construcción nacional. A la única que cobija al hom-bre sin anularlo, porque es el símbolo de la libertad y la dignidad personal. Y hagámoslo con entusiasmo y con fe, porque su verdad está por encima de todas las pequeñas y falsas verdades proclamadas por "realismos" electora-les o situaciones transitorias. Y porque es nuestra, de nuestra Patria, y no que-remos cambiarla por imitaciones de banderas extrañas a nuestro sentir argentino.
Como aquellos viejos soldados del imperio, salvemos, con nuestra bande-ra, el mandato histórico de nuestros abuelos, y, además, nuestra libertad y nuestra vida. |