El día
8 de Noviembre de 2012 significó el reclamo más importante del pueblo argentino,
para que el gobierno comience a actuar con sensatez. Las marchas que se
suscitaron en todo el país significaron el desacuerdo de la sociedad, de la
forma de conducirse que está demostrando el Gobierno Federal.
Los
pocos carteles y pancartas, tapados por una gran cantidad de banderas
argentinas, que esgrimieron los manifestantes, llevaban leyendas de ruego de
cordura en la administración del Estado. Esta vez no hubo rótulos agresivos, y
si los hubo en un principio, fueron desechados ante el pedido de prudencia del
resto.
Lo que
podía ser una protesta violenta de toma de calles o una pueblada destituyente,
ya que fueron millones los que participaron, fue sólo un ruego pacífico,
civilizado y ordenado, del que dio gusto y emoción ser partícipe.
¿Qué pidió el pueblo?
Ante
la frase esgrimida por el grupo gobernante, repetida una y más veces desde hace
ya demasiado tiempo, que comenzó con "¡Vamos por más!" y ahora se ha convertido
en "¡Vamos por todo!", y la permanente demostración de indiferencia dirigida a
una gran porción del pueblo, era una reacción lógica que los ignorados digan
¡Basta!.
¡Basta
de indiferencia!, ¡Basta de mentiras!, ¡Basta de impunidad! y ¡Basta de
persistir en el error!
Principalmente, lo que manifestó la gente es la necesidad de volver a sentirse
orgullosa de ser argentina.
¿Qué entendió el gobierno?
Para
citar al orador de turno de este grupo, cabe destacar la frase de Aníbal
Fernández, quien dijo "no comprender el mensaje hacia dónde va", "que
se cumplió el objetivo perseguido y, ahí está", agregó que "sólo fue una
buena movilización", lo que exime todo comentario.
En el
caso de la presidente, dijo "no he visto líderes políticos" en la
marcha... como si ello fuera un ingrediente necesario ante la movilización de un
pueblo, a lo que agregó en otro momento "quieren crear una idea distorsionada
del país"... cuando el "país real" está fuera de la Casa Rosada, Olivos y
muy lejos de la soledad del poder que implica estar acompañada de aplaudidores
obsecuentes.
Resulta difícil entender la respuesta de los voceros del gobierno para toda esta
multitud, si no nos impregnamos de su idiosincrasia; ya que, lejos está de la
voluntad popular el deseo de ser gobernados por un mandamás que dice que
"sabe que tiene la verdad revelada" , que "el pueblo debe creerle o
temerle" y que va a profundizar su modelo "le guste a quien le guste".
La bendita voluntad popular
Lejos
está de la voluntad popular el deseo de que un grupo cerrado administre sus
riquezas sin exponer claramente las cuentas y que, cuando alguno advierta
irregularidades, éste se convierta en un enemigo público.
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Si
pensamos que este grupo de gobierno quiere un pueblo sumiso e ignorante de la
cosa pública, que no se entrometa en los negociados contrahechos, que asuma su
condición de víctima de los delincuentes libres, que acepte la depreciación de
sus ahorros y bienes y que no reclame el derecho humano a la igualdad y
libertad; entonces, comprenderemos su perspectiva y estaremos de acuerdo con las
respuestas obtenidas por quienes quieren permanecer en el poder sólo porque eso
les es beneficioso personalmente.
La
República tiene un rumbo marcado desde la gestación misma de la Patria hace dos
siglos, luego, por la evolución hacia una Nación, seguido por la constitución
del Estado y por la integración nacional hasta hace poco menos de un siglo.
Hasta entonces, la prosperidad, la educación y el crecimiento cívico fueron los
objetivos a cumplir, lo que se logró con éxito.
En
algún momento, las crisis y las mezquindades le hicieron creer a buena parte de
la población que necesitaba un líder para llegar a algún objetivo que podría
considerarse común, cuando esto resultaría imposible, porque el objetivo de uno
sólo, jamás puede representar el objetivo común de un pueblo.
Éste
último siglo, salvo breves períodos de cordura, se caracterizaron por mantener
presente la necesidad de que algún cabecilla represente la voluntad del resto;
así, la idea de que el gobierno debe ser sostenido por un presidente y que las
instituciones deben rendirle pleitesía, se hizo carne en la cultura de muchos y
llegamos al desastre institucional, social y de valores que atravesamos hoy.
Sería
beneficioso para este gobierno, que entienda que hay un pueblo pensante, con
valores respetables, con una educación preferible y con la capacidad de
recordarle que en Argentina no tenemos rey, que el Gobierno Federal responde a
un sistema republicano, que los representantes no son refrendadores del Poder
Ejecutivo, que la justicia debe actuar con los ojos vendados y que Presidencia
no es la dueña del Estado.
En la República Argentina el Gobierno Federal responde a
su mandante, este es el pueblo argentino, los mandatarios de cualquier jerarquía
son los empleados de estos y son ciudadanos con los mismos derechos, garantías y
obligaciones.
¡El pueblo reunido le dijo de qué se trata!
Gustavo
P. Forgione
gustavo@forgione.com.ar
Director
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