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La Hoja Federal

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Periodismo de opinión, libre e independiente

Argentina


Año 14 - Número 137

República Argentina,  18 de Septiembre de 2012

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Sumario:

Cuando la dirigencia es ligera - Por Gustavo P. Forgione



La gente tiene los gobernantes que se le parecen

Cuando la dirigencia es ligera

Los pueblos tienen el gobierno que se merecen

Por Gustavo P. Forgione

Desde que el Poder Ejecutivo nacional comenzó a actuar sobre hechos consumados sin oposición y con la prepotencia de pensar que el estado tiene dueño, quienes pensamos libremente, nos encontramos desamparados.

Uno de los motivos por los cuales La Hoja Federal vio más postergada la edición de sus números durante un par de años fue la sensación de falta de valoración del librepensamiento y la aparente inexistencia de una dirigencia que se mueva por algo menos sombrío que la permanencia en sus cargos o la generación de ganancias de corto plazo. Dado este escenario peligroso, todo lo que esgrima, diga o escriba alguien que no cede su honra en favor del pensamiento único, parece yermo.

Estas reflexiones no resultan una queja estéril para exculparnos por la falta de exposición de nuestras ideas, ya que durante trece años persistimos en resaltar los errores y en denunciar los abusos del estado en sus distintos gobiernos. Ante ello, indicamos los errores de la gestión Menem, denunciamos los negociados y elogiamos algunas cuestiones desde la crítica.

Durante el gobierno de de la Rua, indicamos las fragilidades y virtudes de una pretendida noble gestión que no llegó a consumar los actos necesarios para un buen gobierno. Sobre ambas gestiones, advertimos incluso, las críticas dadas sin fundamento y las noticias de evidente campaña de desprestigio, sin veracidad.

Desde el 2001, resultó difícil entender las gestiones de gobierno de transición que, sin haber sido elegidos, aplicaron normas de emergencia de dudosa legitimidad.

Hoy, nos encontramos con una gestión de gobierno que no oye ni escucha, que no le importa la voz ni la letra de nadie y, cuando nota una crítica, el equivocado es siempre el otro.

Tenemos un gobierno conformado con lo más execrable de la dirigencia argentina, con los pioneros de la corrupción, ahora mejor sostenidos, y con quienes protagonizaron los peores errores que sufrimos en Argentina durante los últimos cincuenta años. Por consecuencia, sus objetivos no son "ni siquiera" parecidos a los objetivos de una sociedad sana.

Que esto sea así no implica una culpa exclusiva de parte de ellos mismos, sino de las voces que no se oyen cuando la situación lo merece.

Parafraseando a un ex presidente extranjero, si nos preguntaran el motivo de la decadencia de nuestra sociedad, en Argentina deberíamos responder:

 

¡Es la dirigencia, estúpido!

 

Resulta que las ideas de nuestra elite intelectual y de quienes se arrogan la voz de sus sindicados van de un lado a otro sin un rumbo propio, sino por el que marca la tendencia del momento.

Esto no sería algo malo si estuviéramos en una sociedad con cierta estabilidad, con instituciones funcionando planamente y con algo de respeto por las normas preestablecidas, ya que algunas cláusulas pétreas mantenidas desde los pactos preexistentes y plasmadas en la Constitución Nacional, harían su trabajo por sí; pero, resulta devastador cuando el patrón de comportamiento de la dirigencia es esperar a ver qué dice un líder, para actuar en consecuencia.

Es entendible que ante un régimen como el actual, haya dirigentes que, con origen en la oposición, hayan mutado sus opiniones y perdido su independencia intelectual para formar parte de un grupo hegemónico. Hemos visto el caso de una elegante y fuliginosa dama, arrogándose la voz de los más enojados dirigentes agropecuarios, aceptó un cargo en el poder ejecutivo nacional y, en la más clara forma de colaboracionismo, dejó de blandir su otrora enojo, para callar cada una de las acciones que se llevaron a cabo bajo su silencio cómplice.

Lo más lamentable, y que nos obliga a redoblar esfuerzos en la tarea de recordar que existe una opinión definida que no cruza líneas infranqueables por más esmero que pongan los amantes del pensamiento único, es la falta de defensa de los principios de libertad e igualdad que deberían llevar adelante los representantes. Esos ideales, antes principales motores del espectro político de centro, hoy son olvidados por los mismos que entonces los reivindicaban.

 

No es accidental que un grupo de gobierno acumule poder por el poder mismo hasta hacerse absoluto, es producto de la desidia, el desinterés por la cosa pública y la ligereza ideológica del resto de la dirigencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gustavo P. Forgione
gustavo@forgione.com.ar
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