El nivel de gasto público que
soportamos los argentinos, desde fines del milenio pasado, torna inviable
cualquier inversión y emprendimiento productivo, y hace que toda la actividad
comercial y profesional encuentre escollos para realizarse a niveles económicos
razonables.
Durante la semana que pasó, se
produjo, en la Cámara de Diputados de la Nación, el debate sobre la reforma del Impuesto a las
Ganancias; esto no resultó ser algo fructífero, sino una suerte de justa
deportiva entre oficialismo y un conglomerado de la gran mayoría de la oposición, con el sólo fin de medir la longitud de
las influencias de cada grupo; tal como se había hecho costumbre durante el
decenio pasado, cuyos resultados actuales sufrimos cada día.
Lamentablemente, como ocurre
con todos los impuestos, nadie está conforme con su tributación, pero aquellos son imprescindibles
para el funcionamiento del estado, en la medida en que su utilización
resulte visible y beneficiosa para los contribuyentes.
Naturaleza del Impuesto.
Es obvio repasar la necesidad
de que existan los impuestos pero, como decía Francisco "Paco" Manrique:
"Cuando todo parece perdido, hay que volver a las fuentes" y, ante
la situación creada, es bueno aplicar
esa frase, desmitificar la teoría y volver al objetivo y naturaleza de cada
institución, en éste caso, los impuestos.
Mientras exista gasto, alguien
deberá satisfacerlo;
de hecho, en Argentina, el abultado gasto
requiere abultados impuestos.
Irresponsabilidad del gasto
Nadie podría pensar que
alguna actividad pueda ser gratuita o que nadie la pague, tal como el costo de
la administración del gobierno en cuestiones que le son exclusivas como las
relaciones exteriores, defensa, seguridad, justicia y moneda, y las actividades
no exclusivas como salud y educación.
A estas funciones, desde hace
muchos años, se le fueron agregando actividades extrañas a las funciones
exclusivas y obligatorias para el correcto funcionamiento del estado, tales como
la televisación de encuentros deportivos sin que la pague el que lo ve, el transporte de personas por aire sin
que ello responda a alguna de las funciones del estado, como así también
sostener los déficit, inversión y desinversión en sociedades comerciales tales
como industrias extractivas, transporte, comunicaciones, energía, etc. de
propiedad del estado y de propietarios privados subsidiados.
Éstos gastos impropios de las
funciones del estado provocaron una infraestructura estatal inviable que,
durante muchos años,
empobreció a los ciudadanos que no están ligados directamente al beneficio
propio de ese gasto, y animaron a los sucesivos gobiernos, a implementar medidas
de sostenimiento de este grupo de la población. Esta política se fue
generalizando, hasta llegar a sostener económicamente a mayor cantidad de
población, lo que evidencia el fracaso absoluto de la modalidad de favorecer
procesos económicos ineficientes, mediante alguna justificación metafísica
basada en algún argumento político.
Ganancias, el impuesto menos injusto
Desde el punto de vista
social podría decirse que el Impuesto a las Ganancias es de los impuestos más
progresivos, ya que grava exclusivamente a los que más ganan.
Si dividimos a la sociedad en
5 grupos, discriminados por nivel de ingresos, éste impuesto se le cobra sólo a
uno de esos
grupos compuesto exclusivamente por los que reciben ingresos más altos, es
decir: "el que más gana, paga" el sostenimiento del gasto público del
conjunto de la población.
Cabe destacar que la mayoría
de los ciudadanos recibimos ingresos por debajo del alcance del Impuesto a las
Ganancias, siendo los que cobran sueldo "en blanco", de aproximadamente $ 13.500.- y
"en negro", de
$ 8.000.-, los que bajo ningún concepto son víctima de éste impuesto.
El objeto y la oportunidad
Resulta curioso que el debate
basado en un discurso de "equidad social" se haya dado sobre el Impuesto
a las Ganancias, ya que, el más injusto de los impuestos siempre ha sido el
Impuesto al Valor Agregado, que es tributado por toda la población, pero es
satisfecho exclusivamente por los que menos cobran, ya que no puede ser
desgravado por quien no abona otros impuestos. |
Claramente, la discusión
tiene muy poco de técnica y mucho de política, puesto que
el discurso indica determinada cuestión, pero su resultado
será absolutamente inverso.
Otra curiosidad es
la oportunidad del momento de la implementación del proyecto en curso, ya que
la semana anterior se había aprobado el Presupuesto Nacional, que basa sus
cálculos en la recaudación de impuestos, el que preveía un ingreso para el
estado por éste tributo, de $ 543.000.000.-, lo que obligará a ser modificado posteriormente, ya
que, como no puede ser de otro modo, la ecuación obtendrá un resultado distinto, siempre
que una de sus variables sea
modificada.
Queda claro que la
oportunidad es extemporánea por parte de
quienes sostienen este proyecto, ya que es propuesto por
los miembros de la gestión de
gobierno anterior, quienes, durante su gestión, no
redujeron esa imposición.
Desbalance federal
Hay que tener en cuenta que
el sistema federal, establecido en nuestra Constitución Nacional, prevé que las
provincias administren sus gastos a su propia discreción, mediante sus
gravámenes estaduales más lo que le devuelve la Nación de los impuestos
indirectos aplicados a ese fin y, como el Impuesto a las
Ganancias influye mayoritariamente en los fondos de la Coparticipación Federal,
éstas verán "reducidos sus ingresos fiscales", en cambio, las provincias más pobres,
que son las que retiran más fondos de la Nación que los que le aportan, verán
"quebradas" su arcas.
Con el proyecto en curso, la
Nación deberá asistir a estas provincias con aportes extraordinarios del
Tesoro Nacional, lo que le otorga al presidente de la Nación un poder extraordinario
sobre las provincias más pobres; obteniendo como resultado un sistema federal
cada vez más débil y dependiente del poder central.
Es claro que éste último
aspecto no fue previsto por el grupo opositor, cuyo objetivo era quitarle
autoridad
al Poder Ejecutivo Nacional, pero su efecto será diametralmente inverso.
Resultaría extraño que los
senadores, más aún los de las provincias que se benefician del Impuesto a las
Ganancias que pagan los que más ganan, voten a favor de una reducción de éste
impuesto y que no sostengan la reducción del IVA, ya que la función del senador
es la de representar a las provincias; en éste caso, negativamente afectadas.
Otros resultados visibles
En un cálculo directo, la
nueva reducción del gravamen en cuestión agregaría al déficit fiscal la suma de $
65.000.000.- que sería cubierta mediante artilugios no establecidos, ya que, en
el "Impuesto al Juego" que crea el proyecto opositor, evitó incluir las máquinas
tragamonedas, por lo cual, en principio, serían satisfechos forzosamente por la
reducción en la Coparticipación Federal, nueva deuda, emisión monetaria o nuevos
impuestos.
Visiblemente, este proyecto
no es una reducción al Impuesto a las Ganancias, sino, una "nueva reducción"
durante el mismo año, ya que en el mes de febrero se elevó el Mínimo No
Imponible al doble que el año anterior, lo que dejó fuera de los alcances del
Impuesto a las Ganancias a una
buena porción de la población antes tributante.
Futuro impositivo
Es esperable que los
senadores cumplan su función de representar a sus provincias y no, la
actividad acostumbrada durante más de un decenio, de representar a algún partido,
coalición, idea nacional o capricho monárquico.
Si esto ocurriera, y los senadores respetaran el
mandato de su función, el debate
se dirimirá en adelante, sobre la modificación del sistema de escalas de quienes
sí tributan, para que el impuesto conserve el principio de
solidaridad de su esencia, el que indica que "el que más gana, más paga".
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