Por estos días estamos viendo la
dificultad que trae el sinceramiento de los precios de la economía argentina. No
obstante saber que esto era necesario, la negativa a hacerle frente a su
solución, que hasta el año pasado era responsabilidad de los funcionarios del
gobierno nacional, hoy se refleja en los usuarios y gobiernos municipales,
recayendo finalmente en la justicia, que no reconoce la relación entre
costo, precio y su erogación.
Argentina es, naturalmente, un país gasífero; esto significa que en las entrañas
de la tierra existen enormes volúmenes de gas asociados a depósitos de petróleo;
erróneamente podemos escuchar la frase hecha con repetida jactancia y hasta el
hartazgo: "Argentina es un país rico en recursos naturales", algo que no
necesariamente es cierto más que en el imaginario mitológico, ya que si no se
explota esa riqueza, esta yacerá allí abajo como lo vino haciendo desde millones
de años antes de que exista el primer homínido.
Eso
que llamamos riqueza natural necesita el impulso humano para convertirse en
riqueza, la que pudimos gozar durante algún tiempo, hasta que se instaló un
nuevo sistema político, que alguien llamó nuevo paradigma, y que se empeñó en que
los recursos del subsuelo argentino permanezcan en reposo donde están.
Como
hemos explicado en el artículo de
La Hoja Federal, titulado "Petróleo y
Populismo", las políticas basadas exclusivamente en propaganda para
inducir el aplauso popular, conllevan siempre un atraso en la producción de
bienes y servicios, tal como ocurrió con la exploración, extracción, proceso y
distribución de hidrocarburos, que hoy estalla como una bomba, tal como estaba
programado.
Historia
No fue
casualidad que desde el año 2003, nuestro país haya vuelto a importar energía,
como no lo hacía desde antes del Plan Houston. Ese proceso recesivo respondió a
una política impulsada por la gestión de gobierno anterior desde sus inicios, ya
que la idea principal fue devastar a YPF S.A. cuando era privada, mediante la
creación de una empresa estatal llamada ENARSA.
El
objetivo principal, ya citado en nuestras ediciones, tal como ocurrió con la
línea aérea estatal LAFSA en contra de las empresas privadas, el caso
de ENARSA fue el ariete del entonces ministro Julio de Vido para apoderarse del negocio de
la energía, so pretexto del relato NAC and POP, y poder guardar para sí, las
comisiones por compras y ventas de toda la energía que se importe para ser
consumida a nivel local.
ENARSA,
como empresa, se convirtió en un éxito para sus administradores y en un fracaso
rotundo para los ciudadanos de nuestro país que, como espectador pasivo, escuchó
el aplauso por más
de una década los precios subsidiados por un estado, que cada vez recibía menos
ingresos por producción al momento que desembolsó hasta US$ 16.000 millones
anuales en
concepto de energía importada, que antes de este proceso nefasto, exportaba.
Venganza
En un
principio, el proyecto esgrimido desde 2003 por el entonces presidente Néstor
Kirchner, fue el de "crear una burguesía local", lo que terminó siendo un
capitalismo de amigos; proceso que "siempre concluye en corrupción generalizada,
atraco y decadencia de la capacidad productiva ya instalada"; y ésta no fue la
excepción, sino el caso líder para estudiar y no repetir jamás.
La
idea de aquél presidente fue coronada inicialmente con la compra de casi la
mitad de YPF S.A. por parte de amigos del Grupo Kirchner, a pagar con dividendos
futuros, y finalmente, con la expropiación y estatización de la otra mitad en
manos de la española Repsol; algo que pasó por alto la Comisión Nacional de
Valores, y que merece, en breve, una revisión de tal conducta punible de sus
funcionarios.
El
resultado de esta manipulación fue una sostenida depresión productiva de
hidrocarburos que superó a las observadas en 1974 y luego de la Guerra de las
Malvinas; pero que no tiene precedentes respecto de la producción de gas, que
jamás había observado una depresión en la historia, la que sostuvo una caída sostenida desde 2003.
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Consecuencias
Los
resultados de esta práctica fueron los derivados de la desinversión de la
empresa petrolera insignia de la República Argentina, YPF S.A., la que debió
recurrir a un contrato vergonzoso con la estadounidense Chevron para hacer
frente a inversiones básicas,
que vio reducida su capitalización bursátil a
menos de un tercio de su valor, por lo que perdió la capacidad de emitir
capital
a precios superiores a su valor de libros.
Esta
política llevó a colocarnos en el grupo de países que deben importar gas para
sostener la industria y el consumo doméstico, lo que sumado a haber permanecido
en cesación de pagos durante catorce años, nos llevó a tener que pagar en
efectivo el contenido de los barcos tanqueros de GNL que atracaban en los
puertos de Zárate y Bahía Blanca para descargar gas traído desde lejos.
Las
consecuencias de esta estrategia infausta han logrado que, en vez de consumir el
gas que se encuentra desde 1 a 4 kilómetros de profundidad en suelo argentino,
debemos importarlo de latitudes a varios miles de kilómetros, con el incremento
del costo del transporte y el traspaso de sistemas; a ello hay que sumarle el
déficit laboral de mano de obra local en toda la cadena de producción.
La
corrupción mata
La energía consumida tiene un
precio, derivado del costo de producción y distribución; en el caso de la
energía de consumo doméstico, vimos que el precio subsidiado, daba facturas de
unos míseros pesos, que no llegaba a cubrir, ni siquiera, el costo del producto
en boca de pozo.
La modalidad encontrada, por la
gestión de gobierno del último decenio, fue la de entregar electricidad y gas a
valores despreciables, con el fin de que exista consumo sostenido, sin importar
su relación con el costo. Así, observamos facturas cuyo monto a pagar por el
consumo, según esta tarifa ilusoria, era inferior al costo de distribución de la
factura en papel, por lo que se permitió el cobro, por ese medio, de otros
impuestos, ya que ello no escandalizaría al usuario.
Vemos cómo, algunas facturas de
electricidad, llevan por monto final, el 1.400% de lo facturado en concepto de
consumo eléctrico, tal el caso de una distribuidora de la localidad bonaerense
de Olavarría, que insertó impuestos nacionales, municipales, cuotas sociales
cooperativas y servicios conexos como los prepagos fúnebres, de ambulancia u
otras cuestiones.
Herencia
No es excusa, para evitar
modificar esta situación, alegar que existe una herencia maldita en todos los
rubros, organizada a drede por el gobierno anterior, para que al siguiente le
cueste más resolver los problemas transmitidos, o para que, al no poder
solucionarlos, quien resultó malo no lo parezca tanto. Desde ese punto de vista,
para quien no se interesa por los costos, no los entiende o no quiere hacerlo,
la herencia económica es una cuestión mitológica que deben atender los que están
a cargo de la administración de gobierno.
En todos los casos, el costo del gas, la electricidad o
cualquier otra forma de energía doméstica, tienen un precio, es alto y deberá
ser abonado por quien la consume.
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