Tal como era esperable, el
flamante presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sigue prometiendo que
cumplirá con todas las promesas populistas realizadas durante su campaña
electoral.
Habría sido más saludable, que los exabruptos, faltas de respeto
a buena parte de sus ciudadanos, insultos reiterados a los medios noticiosos,
periodistas e intelectuales, a extranjeros indefinidos, a otros países en
general, y toda esa sucesión de impertinencias que escuchamos en sus discursos,
hubiera sido sólo una estrategia publicitaria mentirosa para conquistar el voto
de los más incautos, pero, ello no fue así. Sus discursos, que rozaban el
ridículo y muchas veces lo personificaban, respondían a lo que hoy sabemos que
es lo que realmente quiere cumplir.
Si no se tratara del presidente de un país tan poderoso como
Estados Unidos, estas extravagancias, serían sólo alguna anécdota graciosa como las
que acostumbramos comentar frecuentemente quienes vivimos fuera de Venezuela
sobre los presidentes Chávez y Maduro, cuyas acciones tanto hacen sufrir a quienes padecen su
odioso y propio régimen.
Durante mucho tiempo, los comentarios agresivos y fuera de
lugar por parte de mandatarios, fueron la tónica en Argentina y los
resultados de esas conductas son espantosos y están a la vista.
Hacia la pérdida de privilegios
Siempre, luego de sufrir los efectos del populismo, los países
pasan por penosos períodos de recuperación, tal como ocurre con las depuración
posterior a las adicciones más feroces en los individuos. Las medidas para
corregir los desvíos anteriores generan la angustia propia de las pérdidas: en
los países, la corrección de las medidas que hicieron creer a muchos en la
gratuidad del bienestar proporcionado por el resto; en los individuos, la abstinencia de aquello que le
proporcionaba un bienestar artificial e insostenible.
Estados Unidos tiene un privilegio, por sobre el resto de la casi
totalidad de los países, que es la facultad de emitir dinero sin que ello se
refleje en una expansión dañina en lo mediato, aún cuando su balanza comercial y
su situación fiscal sean negativas. Esto, que podría resumirse en "señoriaje",
implica que la confianza en su moneda no se basa en cuestiones contables, sino
sobre la mera confianza de su reserva de valor.
Con Donald Trump a cargo de la Casa Blanca, y si las
instituciones establecidas no logran controlar la evidente patología del
flamante presidente, la confianza que sostiene el privilegio de ese país, podría
desvanecerse y, con ello, toda la capacidad de sostener el crédito del que,
hasta ahora, gozó Estados Unidos.
Patología peligrosa
Respecto de la afirmación sobre la "evidente patología" del
presidente Trump, no hay más que conocer un poco de su personalidad, para
advertir que es un narcisista obsesivo, un megalómano totalmente convencido de
su superioridad y alguien que, al momento de disentir, expone de algún modo, casi todas las
patologías descriptas por la psicología; sin que ello implique una incapacidad,
pero que, claramente, resultan un fastidio.
Para ello, cabe destacar algunos análisis de los profesionales de
la salud mental, los que desde hace unos años vienen volcando sus estudios sobre
la sanidad mental de Donald Trump en algunas publicaciones como "The Washington Post",
"Psychology
Today", "The New York Times", "Live Science", "The
Atlantic", "Vanity Fair", "Christian Today" y "The Independent", para citar sólo
algunas, cuyos vínculos están listados al pie de este artículo, donde describen sus
posibles patologías, y si estas resultan un peligro para Estados Unidos, algunas en forma objetiva y
todas con sustento científico.
Más allá de que el presidente elegido sufra todas o no padezca
ninguna de las patologías descriptas, cabe destacar que Donald Trump, aún con con su soberbia, megalomanía y grosería despectiva, ha pasado todos los filtros de
elecciones internas y generales y, finalmente, fue ungido con el cargo de
presidente por un sistema falible, como es el de electores indirectos, pero
acordado en las normas de ese país.
Para quienes pensamos que Estados Unidos era una república seria
que respetaba la democracia, los derechos humanos y las libertades individuales,
que alguien como Donald Trump haya llegado hasta esta instancia por voluntad de
su pueblo, configura una incongruencia difícil de aceptar.
Mal de muchos...
Para consuelo de los argentinos, cabe destacar que, por obra de
las gestiones de gobierno que se sucedieron desde el golpe de estado al
presidente de la Rua, las relaciones con Estados Unidos se redujeron a meras
cuestiones diplomáticas, con muy poco intercambio comercial, por lo cual, las
medidas aislacionistas prometidas por el presidente Trump, poco podrían
afectarnos en lo inmediato.
No obstante ello, sí lo harán en forma indirecta, ya que las
ansias de Trump de aplicar la torpe teoría, ya fracasada en Argentina desde los
años '40 y, más recientemente presentada por el grupo de sofistas "Carta
Abierta" que ilustraba a la presidente Kirchner, cuyo trabajo insubstancial
denominaron "Vivir con lo nuestro", hará mella en las economías de nuestra
región, a la que estamos ligados de algún modo, pese al otrora empeño de
convertirnos en una isla. |
El aspecto más peligroso que representa Donald Trump, no es tanto
el relacionado con el deterioro del intercambio comercial estadounidense, como
lo es el concerniente a las relaciones exteriores, que promete una alianza
circunstancial de no agresión con Vladimir Putin y una manifiesta agresividad
con China.
En la teoría más módica, podríamos pensar que una alianza entre
Estados Unidos y Rusia podría establecer un orden dominante, que aplacaría la
expansión imperial de China, acabaría con las guerras en medio oriente, las insurreciones de
ISIS y otros grupos terroristas peligrosos, pero la estrategia no termina allí,
sino que hace crecer un peligro aún mayor que el de las hipótesis de conflicto
actuales.
Retroceso a otros tiempos
No es secreto que el mundo está volviendo a experimentar la
epidemia de los nacionalismos populistas, no sólo el padecido por Venezuela, que ya
está encontrando su fin y que a Donald Trump poco le importa si allí o en otro
sitio se respetan o no los derechos humanos e individuales, sino en los países nórdicos, principalmente, y en el
resto de Europa en general, a lo que se sumará México con una versión aggiornada
de lo que intentó ser "Podemos" en España, que encuentra, ahora, su justificación como
reacción al mensaje autoritario del nuevo Estados Unidos.
No obstante, Rusia ha demostrado sus ansias de entrar nuevamente
en los países que alguna vez sufrieron a la Unión Soviética, comenzando con
Ucrania y continuando con su próximo objetivo, que serán los países bálticos:
Lituania, Latvia y Estonia que, aún encontrándose en Europa, no son considerados por
ésta, que ya tiene sus propios problemas en todos los aspectos conocidos.
Imaginando a la Rusia de Putin aliada a los Estados Unidos de
Trump, es verosímil pensar que "estos pequeños países bálticos" poco le
importarán a los pedantes magnánimos mandamases de sendas potencias. Cambiaría
la forma de ver este aspecto, si uno de los dos jerarcas dejara a la voluntad
del otro, por ejemplo, a los países del Cono Sur.
Continuando
con tal hipótesis, sólo faltaría que alguno de ellos justifique la expansión del
otro bajo la consigna del "espacio vital", para que la historia de fines de los años
'30 volviera a instalarse inmediatamente en el mundo, con el agravante de
que las armas actuales no son tan débiles como las utilizadas en Hiroshima y Nagazaki.
Abandonando el pesimismo
Es lógico pensar que esta hipótesis resulta en extremo fatalista
porque aún no ocurrió, y porque, presumiblemente, las instituciones establecidas en Estados Unidos no
permitirían que su presidente se extralimite al plasmar en la realidad todos sus dichos
de campaña, pero recordemos que Donald Trump llegó a ser presidente de ese país
debido a estas mismas consignas, por las cuales su pueblo lo eligió.
También es posible imaginar que, ante un aislamiento de Estados
Unidos, el dólar deje de ser lo que es hoy, que sus activos huyan a otros
mercados y que las fichas de dominó caigan rápidamente, concluyendo en una
pérdida de poder mundial de este país, que dejaría a Rusia y China pujando por
su ansiado y pernicioso dominio imperial.
Suponiendo que las relaciones exteriores no resulten en éste
desastre y que el presidente Trump sólo dedique su tiempo a molestar a los
mexicanos, a recuperar las empresas estadounidenses repartidas por el mundo, a
combatir su mercado de capitales, a intentar sustituir importaciones y a cerrar
su intercambio comercial bajo el lema de "Vivir con lo nuestro", contaremos a
Estados Unidos, en muy pocos años, en la lista de los países del Tercer Mundo,
luchando contra la fuga de capitales, la inflación, el desempleo, la inseguridad
y la corrupción.
En el caso de que se cumplieran las promesas de Trump, dentro de muchos
años, le diremos a nuestros descendientes: "Yo conocí a Estados Unidos cuando
era un país desarrollado e importante".
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