Desde hace más de una década leímos
y escuchamos que "se
viene un cambio de paradigma". Esto, que comenzó originalmente en la pluma de
algunos sociólogos y filósofos, fue seguido luego por algunos políticos en una
clara actitud que sólo respondió a una suerte de mercadotecnia política.
Así, desde 1999 escuchamos a "Chiche" Duhalde
advertir que nuestro país iba a adherir unilateralmente al mentado "jubileo del
año 2000"; algo que, desde
La Hoja Federal, señalamos como una irresponsabilidad
(Nº 5;
Nº 45;
Nº 68) ya que la sola
mención de que Argentina discutiera la posibilidad de no pagar la deuda pública
externa, nos colocaría en una lista de sospechosos que sólo haría incrementar la
tasa de interés, lo que efectivamente ocurrió en forma automática.
Seguidamente, ya con una crisis económica en
ciernes, comenzó a rodar la idea de que los delincuentes no son tal cosa por su
afán de conseguir bienes materiales fácilmente, aún cuando utilicen la violencia
para realizar su cometido, sino que su condición se debe a la actitud egoísta
del resto de la sociedad y los victimarios son víctimas de sus tiranizados.
Esto
fue secundado por una doctrina promovida por
Eugenio Zaffaroni
que,
sorprendentemente tomó excesiva relevancia en el quehacer jurídico.
Ya con los valores convencionales
en vías de
subversión, que indicaban que delinquir
estaba mal, que quien infrinja la Ley
penal y sea peligroso debería permanecer aislado de la sociedad y que las deudas
deben pagarse, el desastre del nuevo milenio era inevitable.
Finalmente, aquella promesa de cambio de
paradigma llegó para quedarse: Argentina dejó de pagar su deuda luego de una
bochornosa reunión de la Asamblea Legislativa, en la cual, luego de ser elegido
el fugaz presidente Rodríguez Saa, la mayoría de sus miembros aplaudieron y
vociferaron hasta perder el decoro, la propuesta de revisar el pago de la deuda
que ellos mismos habían aprobado durante las décadas previas. Algunos días más
tarde, el presidente Duhalde, marido de "Chiche", prometió cumplir con las
cláusulas de conversión de la moneda, como había ocurrido por más de una década;
pero, bajo este nuevo esquema moral, en el cual lo pedido no siempre se devuelve
y lo prometido no siempre se cumple, era obvio que ninguna palabra se honraría,
menos aún la voz oficial.
A partir de entonces, cesaron oficialmente
los pagos de deuda, se cambió el signo monetario de los depósitos en divisas, se
derogó el sistema de conversión, se convirtieron depósitos en bonos y se
depreció la moneda local.
Luego de esta nueva perspectiva para evaluar
el valor de la palabra dicha y aún escrita, el nuevo enfoque que iguala a los
delincuentes con el resto de los ciudadanos y la inexistencia de culpa sobre
quien actúa con dolo; Eugenio Zaffaroni, escudado en estos dogmas fue propuesto
para ocupar un sillón en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para lo cual
eligió como patrocinante en la audiencia pública necesaria para su promoción, a
un abogado recibido en prisión, quien se encontraba allí debido a haber sido
condenado por ser el
jefe de una banda de secuestradores.
Como no podía ser de otra manera, Zaffaroni
fue elegido Juez de la Corte, con la férrea defensa del entonces senador Jorge Yoma, quien hoy, seguramente se encontrará arrepentido de aquella gestión, ya
que, como describiéramos en el
Nº 70 de La Hoja Federal,
el postulante era evasor de aportes previsionales, no explicó las variaciones de
su patrimonio y olvidó citar algunas cuentas bancarias en el exterior, entre
otros cuestionamientos no escuchados por la protección del poder.
Esta nueva cultura que justifica lo
injustificable, se vio claramente años más tarde, cuando se descubrió que, el ya
alto magistrado, explotaba a señoritas dedicadas a tiempo completo a la
prostitución en varios inmuebles de su propiedad; lo que obviamente quedó
impune.
Hitos resonantes
La historia del cambio de paradigma tiene
hitos imborrables, como la expropiación de los fondos privados
de jubilación, y
su justificación basada en el falso argumento de que los administradores privados habían robado por
catorce años a los aportantes incautos que así lo habían elegido, pese a existir
reglamentos claros, un estricto control estatal mediante una superintendencia y el propio control de
cada aportante inquieto por su propiedad.
Aquél acto democrático de optar
voluntariamente por uno de los dos sistemas jubilatorios y elegir la sociedad
que administre los dineros propios, no fue lo suficientemente importante como
para que el gobierno lo respete, éste tomó para sí la administración del tesoro
privado de millones de ciudadanos y suprimió el sistema de capitalización
privada. A partir de entonces, compulsivamente, los aportes jubilatorios de la
totalidad de los futuros jubilados son administrados directamente por el ente
estatal que los debería custodiar.
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Por esos tiempos, el gobierno, cuyas
funciones fundamentales y exclusivas de defensa, seguridad, justicia, relaciones
exteriores y moneda, sumadas a las no excluyentes de educación y salud ya eran
cumplidas en forma demasiado deficiente; no obstante ello, el gobierno fundó, a
cuenta del estado, varias empresas; una de energía que no contaba con recursos
ni infraestructura;
una línea aérea
que jamás tuvo aviones; controló, mediante prestanombres
amigos, a varios diarios de insignificante tirada de cantidad de ejemplares pero
con gran centimetraje de propaganda oficial;
tomó las previsiones necesarias para crear una empresa de telefonía celular,
para la cual reservó el espectro radioeléctrico que hoy falta para la telefonía
celular realmente existente; organizó la creación de una tarjeta de
crédito para lo cual movilizó a toda la administración estatal; entre otros emprendimientos que aún permanecen truncos, como los
mercados de seguros, granos y financiero; todo ello con el fin de competir con
las empresas privadas existentes en el mismo rubro, o solamente para entorpecer
su desenvolvimiento.
Mientras el gobierno demostraba el poder de
competencia de un estado sobre los privados, sin antes fastidiar la actividad de
cada rubro; expropió o controló directamente a YPF, Aerolíneas Argentinas, Ciccone,
Papel, Aguas, Gas y todo lo que se cruzó por el camino del grupo que se
encuentra eventualmente a cargo del gobierno.
Macartismo
En el
ambiente de las letras, donde se ha hecho más evidente este cambio de paradigma,
hemos visto que se destaca a intelectuales afines al régimen y se ha visto una
proscripción aberrante de los que no lo son. Así, las omisiones de escritores
argentinos destacados en las ferias internacionales como la de París y
Frankfurt, muestran el carácter macartista de este grupo de gobierno, tal como
lo adelantamos en el
Nº 82 de La Hoja Federal del 28 de diciembre
de 2006 y que titulamos "El senador McCarthy
resucitó".
Consecuentemente
con la idea de cambiar la forma de pensar de los ciudadanos libres, para que se
ajusten a este cambio de paradigma, se creó un organismo todopoderoso para que
dirija los contenidos de todo lo que se transmite por el éter y papel, lo que
incluyó "inéditamente" lo que corre también por televisión por cable, que dieron
en llamar AFSCA, cuya letra "F" significa "federal", aún cuando su conformación
no previó el federalismo natural, fundamental de nuestra organización política y
administrativa, lo que debería haber sido una "N" de nacional, ya que se trata
de un organismo vertical, conformado por funcionarios estrictamente afines a
esta forma de pensar que quiere instaurar esta corriente política.
Como remate al intento de
transformación cultural, y haciendo caso a las tácticas de los regímenes
totalitarios más nefastos y dañinos de la historia del mundo, nuestros "altos
mandos" crearon una dependencia con rango de ministerio que llamó "Secretaría
del Pensamiento Nacional"; como si fuera necesario que un estado indique qué es
lo correcto que debería pensar el pueblo; lo cual, en el caso de cumplir
su cometido, el ciudadano se transformaría torpemente en súbdito.
Un resquicio de esperanza
Por estos días, se puso en evidencia el
aislamiento social, comercial, financiero, político y moral de nuestro país con
el mundo lógico, debido a eso que los sofistas oficiales llamaron "cambio de
paradigma". Resultó que el resto del mundo no acató este cambio de
pensamiento que quiso imponer el régimen kirchnerista y reclamó una deuda
impaga, que se encuentra en mora desde el año 2001, la que ha fracasado en su
negociación, fue a la justicia ordinaria de esa deuda, recibió sentencia en
contra, fue apelada hasta su última instancia y ésta indicó que "las deudas se
pagan"...
Así, el
fracaso de este intento de implantación de una cultura heterodoxa, experimental,
incomunicada e indecorosa en Argentina, implica un viso de esperanza, ya que no
fue aceptada por los intelectuales locales, y resultó burlesca en el resto del
mundo.
Aún existe esperanza de
que esta tentativa de cambio de paradigma haya sido sólo una mala experiencia, y
que recuperemos el sentido común que hizo que en algún momento nos hayamos
sentido orgullosos de ser argentinos.
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