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La Hoja Federal

                 

Argentina


Año 17 - Número 149

República Argentina, 13 de Enero de 2015

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Los gobiernos latinoamericanos estuvieron notablemente ausentes en las condolencias por el atentado a CHARLIE HEBDO

¿Qué diablos le ocurre a Latinoamérica?

El surrealismo no es una corriente literaria o pictórica, es una corriente política vernácula.

Por Gustavo P. Forgione

Para entender lo que ocurre en este segmento geográfico del mundo que hemos llamado América Latina, no sólo hay que leer a intelectuales, algo que huelga en el estricto sentido de la palabra, sino que "hay que sentir la calle", leer entre líneas a los dirigentes, sus bramidos, lamentos y silencios.

En esta materia no me refiero solamente a los dirigentes políticos, sino de todos los sectores y espectros visibles: la industria, el campo, el ambiente financiero y el comercio; a los que tampoco escapa la iglesia, las artes y letras.

Toda esta masa dirigente deja ver exponentes de todo tipo pero, normalmente, se hacen públicas las expresiones más ridículas, o se toma como ejemplo a los más infames; así, los personajes más nefastos son apañados y mostrados en público como celebridades de las que hubiera algo que aprender. Cabe recordar que el conocido, confeso y condenado mercenario y, durante años, enemigo público número uno, Gorriarán Merlo, fue liberado por el entonces presidente Néstor Kirchner y murió en libertad trabajando para presidencia, en la visita de Fidel Castro a, nada menos que a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires; otro ejemplo de incoherencia fue la presentación, en una suerte de conferencia, de un conocido ladrón de bancos; o que el jefe de una banda de secuestradores haya sido el patrocinante del juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Zaffaroni, y también abogado del vicepresidente de la Nación, Boudou; o que un parricida confeso y condenado, haya recibido verdaderas fortunas del estado nacional para construir viviendas junto a la asociación de madres de asesinados y desaparecidos, lo que concluyó en una estafa al estado y una ilusión rota para los destinatarios, ante la cual, la culpa fue atomizada por el grupo que gobierna, sin que la justicia sepa actuar a tiempo. Ante tales incompatibilidades, y muchas más, que resultaría cansador enumerar, se suman las expresiones de los miembros del poder ejecutivo, que a diario, intentan torcer la realidad indicando que no hay inflación, cuando ésta supera los mínimos niveles tolerables; que el PBI está creciendo, cuando nos encontramos en "depresión" real; que ante las restricciones a la adquisición de divisas, la presidente de la Nación se atreve a decir textualmente que "el cepo cambiareo es un título mediático", lo que fue secundado de inmediato por el jefe de gabinete de ministros con un léxico mucho más complejo, tanto como inapropiado; algo que Jorge Capitanich ha hecho costumbre y que ocupa todas las mañanas para justificar lo injustificable, con la vehemencia suficiente como para, difícilmente, convencer a quienes lo ven, de que él mismo cree que es cierto lo que está diciendo.

Recientemente, la diputada Diana Conti; confesa stalinista, que tiene por esposo a Enrique Dratman, denunciado por los delitos de sabotaje y homicidio por supuesta comercialización de medicamentos adulterados y falsos, en asociación ilícita con el ex director del BCRA, Aldo Pignanelli; en conferencia de prensa, ante la infructuosa labor de echar a un juez que investiga a la mafia, indicó: "seguramente nuestro Consejo de la Magistratura encontrará algún motivo para acusar al juez", ya que los recursos legítimos no le resultaron satisfactorios a esta diputada y su grupo, y el único cometido es callarlo, aún luego de admitir abiertamente no tener claro el motivo de sus acusaciones. La misma diputada, tras lo cual ha convertido a la honorable Cámara en una lamentable barricada, se le ocurrió decir y repetir: "Escuchen menos a Lanata", en una clara actitud de censura y cuyo único objeto es que el pueblo no atienda las investigaciones periodísticas que perjudiquen a algunos malhechores enquistados en el gobierno.

 

Libertad de prensa

Resulta evidente que a la diputada Conti le molesta la justicia y la prensa independientes, pero, la cuestión de las libertades no concluye allí, y la diputada es casi una anécdota en toda esta seguidilla de incoherencias, falta de sentido común y de respeto al derecho.

Recientemente, el mundo se vio apesadumbrado por el lamentable atentado terrorista que asesinó a sangre fría a los editores de la publicación Charlie HEBDO, un periódico satírico e irreverente hacia las religiones, la política y todo aquello que su ridiculización cause gracia.

Bajo ningún concepto, alguien que se precie de persona normal, puede relativizar y, menos aún, justificar un acto de semejante barbarie; pero, aunque suene extraño, en nuestra región, para los que ocupan nuestros gobiernos, el hecho pasó como si se hubiera tratado de algo habitual, falto de importancia y, necesariamente, ocultar.

En éste sentido, la decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata y concejal kirchnerista, paradójicamente para su cargo, comenzó relativizando y justificando la acción terrorista contra un medio periodístico por una cuestión de "contexto" e indicó: "A los periodistas de acá les sirve para pegarle a un gobierno"... en otro momento continuó con su relato: "Decir que fue un atentado a la libertad de expresión, es de un reduccionismo interesado". En un artículo de Página 12 fue más allá y, desconociendo en qué habrá pensado,  se lamentó: "¿Por qué es que siempre términos como terrorismo, masacre, cacería, justicia pueden expresarse con libertad para algunos y otros están condenados al silencio?"... finalmente, amenazó: "La libertad de expresión, como cualquiera de las libertades y los derechos, hay que ponerlos en debate".

El extraño contexto de esta mujer, la llevó a convocar a Horacio Braga, ladrón de Los Hornos y condenado por el asesinato del fotógrafo periodístico José Luis Cabezas, quien se presentó en el Concejo Deliberante de La Plata y confesó: “Vine a apoyar el proyecto de la doctora”. La concejal Saintout, quien también lidera una agrupación de ex presidiarios pertinentemente denominada "KBrones", justificó su proyecto que privilegia laboralmente a estos presidiarios, aduciendo que: “Es muy importante que el Estado municipal se haga cargo de esas trayectorias laborales porque es una piedrita más para trabajar por el bienestar cultural".

Si esta mujer hubiese actuado libremente, se habría tratado sólo de una bravuconada más de su penoso desempeño, pero, ella forma parte de un conjunto minúsculo y despreciable que ostenta el poder mayoritario en Argentina, como podemos ver en las expresiones del neonazi Luis D'Elia, quien propugna el "odio a los blancos", golpea a la gente que se expresa públicamente contra el régimen y se abraza con los más despreciables terroristas locales retirados y los internacionales, entre otras costumbres tan punibles. Yendo más hacia arriba en la pirámide del poder, recordemos a nuestra presidente, quien, respecto de la acción de Estados Unidos contra Bin Laden dijo haberse "horrorizado al ver a medio gobierno norteamericano frente a un televisor, siguiendo la operación en la que capturaban a Osama Bin Laden en un caza y se lo llevan de ahí"... a lo que luego agregó: "debió actuarse con eficiencia, pero con criterio humanitario, de respeto a los derechos humanos", como si se tratase de un delincuente común, al cual un agente de policía pudiera mostrarle una orden de arresto y luego indicarle: ¡queda usted detenido y será sometido a juicio!.

Aún sobre los dichos irresponsables, que pudieran estar relacionados a una cuestión política de coyuntura y sólo configurarían un papelón para quien los dijera, el silencio de nuestro gobierno y de los de toda la región, fue demasiado resonante.

 

Triste ausencia

En éste caso, la presencia de presidentes latinoamericanos que participen en las demostraciones públicas de París, la de algún representante o algún comunicado oficial que demuestre algo de congoja, no existieron; en su lugar, la presidente de la Nación fue más allá en su desprecio.

Resulta que el Canciller argentino Héctor Timerman se encontraba en París, ya que su hija vive allí, y fue a la marcha con parientes y un grupo de gente amiga, lo que le costó un dolor de cabeza porque su demostración de pesar ante un acto terrorista "no estaba autorizada por nuestra presidente", algo que fue aclarado por el disciplinado jefe de gabinete de ministros.

Inmediatamente de informada la cuestión por el voluble funcionario, desde casa Rosada, el canciller emitió un comunicado, desde París, para justificar la coherencia con la que actuó hasta entonces, pero que no condice con la incoherencia demostrada por el régimen, por lo cual expresó: "el domingo fui a la marcha..." aclaró que "fue con un grupo de amigos y familiares"... finalmente justificó: "fue mi decisión y no me arrepiento"... como si hubiera motivo para ello.

 

 

Es extremadamente triste que, una actitud que debería configurar una mínima demostración obligatoria de sentido común, de respeto a la vida y a la libertad, para nuestro gobierno configure una barbarie que debe ser explicada, justificada y rectificada; tal como tuvo que hacer el sometido canciller, en un lamentable comunicado.

Portada de CHARLIE HEBDO de mañana

 

Civilización o barbarie

En una república civilizada, la actitud del "aún canciller" Héctor Tímerman, habría sido respetable, pero no pudo con su genio, y reaccionó de la misma forma que actúa su grupo de pertenencia y tuvo que arruinar lo poco que le quedaba de dignidad.

Al momento de escribir estas líneas, pude leer un mensaje "personal" del funcionario en "la cuenta oficial de Cancillería en Twitter" a las 12:24 del 13/01/2015 que versa: Cancillería Argentina: "Clarín da vergüenza; el domingo fui a la marcha"... lo que confunde aquel detalle anterior que evidenciaba que fue obligado a clarificar que lo hizo en forma personal, y que ratificó el vasallo jefe de gabinete.

Observando esta reacción del funcionario, queda claro que algo especial le ocurre a quienes están a cargo de nuestros gobiernos, lo que merece un estudio de tipo médico o antropológico que lo explique.

"Para entender a Latinoamérica hay que sentir la calle y leer entre líneas a los dirigentes, sus bramidos, lamentos y silencios"; advertí al comienzo de éste artículo; por lo cual, mi inquietud me llevó a recordar las frases más lamentables del líder del peronismo; luego, las de algunos mandamases de la zona, pero todas resultaron en frases rimbombantes, que llamarían la atención del más retraído, pero todas, absolutamente carentes de contenido, como ocurre permanentemente en la liturgia propia del populismo.

Continué buscando razones, hasta que me detuve en algunas de Salvador Allende, presidente de Chile, que explican sólidamente el surrealismo latinoamericano; particularmente, respecto de la libertad de prensa y el fanatismo que periódicamente vivimos por estas latitudes.

La más elocuente de las máximas de aquél fanático es una publicada en el diario El Mercurio el 9 de abril de 1971, que indica que:

 

"La objetividad no debería existir en el periodismo, porque el deber supremo del periodista de izquierda no es servir a la verdad, sino a la revolución".

 

Claramente, para quienes detestamos el fanatismo y el fundamentalismo de quienes sólo quieren imponer su poder a cualquier costo; nos resulta difícil aceptar la idea de que alguien pierda la dignidad y someta su libre intelecto a una idea totalitaria. En éste rubro, la frase de Allende no tiene desperdicio.

Continuando con esta cuestión de las libertades individuales y los valores que conlleva la república, para quienes respetamos la dignidad humana de elegir y ser elegidos, el otrora presidente del país trasandino indicaba unos años antes, también en el diario El Mercurio del 28 de febrero de 1967:

 

"La lucha por el poder es el objetivo estratégico que el Partido Socialista ha de desarrollar en esta generación. La vía violenta es la única posible para asegurar el triunfo de la revolución y su mantención en el poder. La vía electoral sólo debe usarse como un medio de agitación y de propaganda, subordinada al camino de las armas. El PS debe adecuar su organización a esta nueva estrategia y organizar de inmediato sus milicias".

 

En su primer Mensaje al Congreso Pleno del 21 de mayo de 1971, respecto de las modificaciones al sistema legal, Salvador Allende intimó:

 

“Nuestro sistema legal debe ser modificado. De ahí, la gran responsabilidad de las cámaras en la hora presente: contribuir a que no se bloquee la transformación de nuestro sistema jurídico. Del realismo del Congreso depende, en gran medida, que a la legalidad capitalista suceda la legalidad socialista conforme a las transformaciones socioeconómicas que estamos implantando, sin que una fractura violenta de la juridicidad abra las puertas a arbitrariedades y excesos que, responsablemente, queremos evitar”.

 

Evidentemente, la figura de Allende ha sido redibujada una y otra vez hasta instalar en la idea popular, seguramente debido a una cuestión estrictamente mitológica, que se trataba de una persona digna, pero, la realidad indica que se trataba de un opresor totalitario, que sólo quería imponer su idea mediante la violencia; y que, la república, la pluralidad de ideas que implica la democracia y los beneficios de la civilización, significaban para él un mero trámite para someter a los más incautos.

 

La semilla germinó

Es imposible pensar que alguien quiera ser sometido voluntariamente o por la violencia, a la obstinación de otro; pero, la mitología que tanto benefició a la imagen de Salvador Allende es la misma que amparó a otro totalitario fundamentalista con mejor marketing como es caso del Che Guevara; y su objetivo son las mentes incautas que, seguramente, desconocen el verdadero propósito de estos enamorados de la muerte y de la represión del pueblo.

Luego de encontrar semejantes frases, colmadas de absolutismo medieval; y no sólo me refiero a las de Salvador Allende, sino a las de todos los personajes citados, no resulta extraña la actitud de las Florencia Saintout, en el papel de las destructoras de la libertad de expresión; de los Luis D'Elia, como los arietes mafiosos contra la libertad de demostración pública; de los Héctor Timerman, como los prolijos seductores de la clase media imprudente; las Diana Conti, como los censores mal disfrazados de república; los Jorge Capitanich, como los voceros que justifican cualquier desmán que provenga del régimen; y así, con cada uno que represente un papel, cuyo único objetivo es que este grupo que ocupa el gobierno siga haciéndolo bajo los mismos preceptos de los antiguos violentos.

Ante el empleo de los presupuestos nacionales, de varios de los países de la región, para instalar la nefasta idea de que la libertad es algo que el gobierno nos otorga y nos puede quitar cuando convenga al conjunto de la sociedad, sumado a que muchos de los que ocupan cargos de importancia hayan formado filas en grupos terroristas y que los dineros públicos sirven para comprar voluntades de quienes sufren de moral liviana, no resulta extraño que los gobiernos latinoamericanos hagan silencio ante cualquier atentado, que provenga de grupos terroristas, o que configure una ofensa al valor de la vida y de la libertad de expresión.

 

Libertad de prensa a toda costa

CHARLIE HEBDO configura un símbolo de lo que la barbarie no puede silenciar, aún a costa de la vida.

En lo personal, me desagrada la falta de respeto que propaga esta revista en Francia, tal como lo hace en Argentina la publicación Barcelona; más aún, quienes, disfrazados de periodismo serio, mienten y engañan permanentemente en beneficio de la propaganda, como son los casos de Víctor Hugo Morales y su carísimo relato archioficialista; y los otros pregoneros de 678 y su ataque a todo aquél que defienda la libertad ajena; quienes, si no tuvieran el sostén material del erario y la protección de éste grupo que gobierna; defendería en forma personal su derecho a existir para opinar libremente; aunque ellos mismos no tengan la capacidad para comprenderlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Gustavo P. Forgione
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