La muerte del fiscal Nisman
será un punto de inflexión en la política argentina del nuevo milenio. Más allá
de las especulaciones que se hagan hasta que los forenses “decidan” si se lo
cataloga como un suicidio o un asesinato, por veracidad o por convencimiento; la
institucionalidad en Argentina está entrando en un terreno más que peligroso.
El hecho de que alguien tan
amenazado como el fiscal Nisman haya muerto de un tiro en la cabeza,
oportunamente en la víspera de una exposición determinante sobre la causa más
escandalosa del siglo ante el Congreso Nacional, que podía llegar a desenmarañar
una madeja de negociados, corrupción, delitos agravados, impericia y negligencia
grave, pone en duda todas las hipótesis de conspiración, que hasta ahora
formaban parte de anécdotas paranoides.
Las amenazas de muerte, tanto de
carácter privado como público, recibidas por el funcionario, no cesaron desde
que el eje de la causa apuntaba hacia un negociado entre el entorno presidencial
y los acusados de la República Islámica de Irán.
Más allá de la ofensa permanente
que se leyó y escuchó desde los estrados del poder ejecutivo; donde el propio
jefe de gabinete de ministros dijera que la labor del fiscal fue
“disparatada, absurda, ilógica, irracional, ridícula y violatoria”, y de
quienes ocupan eventualmente algunas bancas, que lo trataron de “mentiroso,
infame, tramposo” y muchos otros epítetos peores, y que son más dignos de
una barrabrava futbolística, que de los funcionarios que deberían sostener su
decoro, o un mínimo de elegancia para sus investiduras; las amenazas reales,
deberían haber disparado todo un operativo del estado para proteger la vida de
su fiscal, pero este estado no pudo hacerlo, con el énfasis que utiliza para
proteger a personajes despreciables y condenados como Luis D'Elia y el señor
Esteche, quienes dirigieron las negociaciones para asegurar la inocencia de los
acusados iraníes.
Hace algunos días, el mismo
funcionario indicó, momentos previos a la presentación de la causa: “Con esto
me juego la vida” y posteriormente “van a venir por mí”… claramente,
el fiscal se la jugó entera, hasta recibir un tiro.
Resultaría extraña la hipótesis de un suicidio pero es algo factible; aunque la
duda de un accionar mafioso que indica: “si
no parece suicidio, que parezca un accidente”
estará latente, aún luego de la resolución de los forenses.
El punto de inflexión de la vida
política argentina radica en la utilización de la violencia y en la sensación de
que la Segunda Guerra Fría ha comenzado con todo éxito. |
Queda claro que la guerra entre
el Poder Ejecutivo y el Poder judicial ya comenzó, también lo hizo entre
Presidencia y su propio Servicio de Inteligencia, ya lo había hecho entre la
presidente y el campo, como también los jubilados caranchos, eventualmente con
los bancos, la industria acaparadora, los fondos buitres, paradójicamente con
varios medios "monopólicos", con la Iglesia cuando el otrora cardenal primado
indicó que había “crispación”; entre una mitad de la sociedad contra la otra y
toda otra división que pudo crearse sin pausa desde hace más de una década
dentro de la empobrecida sociedad argentina; que alguien llamó "brecha".
Enzo Bordabehere y Alberto Nisman
Lamentablemente, hace cuatro
días publiqué en Twitter y Facebook un afiche cuyo mensaje resultó premonitorio:
Inicialmente, la idea de
relacionar el caso del negociado de las carnes de 1933 con el entuerto pergeñado
con Irán, respondió a una cuestión más literaria que práctica, ya que,
actualmente los sicarios no asesinan a cara descubierta como lo hizo Valdéz Cora
contra el senador electo por Santa Fé, Enzo Bordabehere en 1935 dentro mismo del
recinto del Senado, aunque su objetivo era Don Lisandro de la Torre, el que fue
protegido por quien murió en su defensa; pero esa licencia literaria que me tomé
el 16 de enero pasado, toma hoy más relación con la realidad.
Claramente, el Congreso nacional
no fue el ámbito en el cual falleció el fiscal Nisman, pero su exposición
esperada para hoy ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de
Diputados de la Nación, se vio trágicamente trastornada, aunque el equipo de la
misma fiscalía seguiría con su cometido.
En definitiva, cualquiera sea el
resultado de la autopsia, “suicidio, asesinato o accidente”, el fiscal Alberto
Nisman pasó a engrosar la lista de los muertos de la AMIA y de la Embajada de
Israel, con el agravante de que, en éste caso, a la cuestión del fanatismo
religioso, se le agrega la cuestión política.
En todos los casos, la Segunda Guerra Fría en Argentina ya
ha comenzado.
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