Desde
la primera edición de
La Hoja Federal hemos hecho énfasis en la
importancia que tiene el manejo de la deuda pública en forma racional, para
sostener el precio del sistema financiero de un país.
Así, desde fines de los años '90
se escuchaban voces pretendiendo una suerte de jubileo del año 2000 para evitar
el pago de los servicios de la deuda. Su sola mención, desde ámbitos políticos y
más aún desde los propios candidatos de entonces para presidir el país, generó
un aumento del precio de ese servicio, haciendo que toda financiación se torne
más cara y, en muchos casos, imposible.
Por ese entonces, advertíamos lo
que ocurriría si no se reducía el déficit fiscal, si el endeudamiento se
abultara y, también, el desastre que cundiría si no se cumplieran los pagos
parciales del servicio de la deuda.
Dado que no se redujo el gasto
público y que las voces a favor de incumplir los pagos de los compromisos
externos continuaron, la tasa de interés, es decir, el precio del dinero en
préstamo, aumentó considerablemente para Argentina.
Toda esa corriente cultural que
profesaba el aislamiento financiero del país, encontró su lugar en el gobierno
que nos sometió desde 2002 a algo que los sofistas oficiales llamaron luego como
"vivir con lo nuestro".
Un servicio
El sistema financiero cumple con
la asistencia de quien va a pagar algo, ya sea para invertir o cancelar un
vencimiento, y con el que tiene ese recurso; en definitiva, su función es la de
vincular al que tiene un bien con el que lo necesita.
Como todo servicio, significa
algo necesario e imprescindible para la vida de las personas, de las
instituciones y de los países. Los servicios financieros no son más que eso, un
servicio necesario.
Esto, que pareciera algo obvio y
que no debería ser necesaria explicación alguna, pasó a convertirse en una
patraña luego de que, durante más de una década, la propaganda oficial genere un
nuevo paradigma en el cual se debe creer que el incumplimiento del pago de este
servicio significa una virtud o conlleva algún beneficio abstracto difícil de
explicar.
Pagar o no pagar, esa es la pregunta
Como todo servicio, su
prestación tiene un precio que debe ser pagado, caso contrario, el servicio se
termina; tal como podemos observar en forma doméstica si no pagamos el servicio
de Internet, el de la tarjeta de crédito o el del gas corriente.
Increíblemente, el mismo Poder
Legislativo que periódicamente autorizaba emisiones de deuda a precios cada vez
mayores desde que se restituyó en 1983 hasta el golpe de estado al presidente de
la Rua, se nutrió de miembros que vociferaron hasta perder el decoro, con el
sólo fin de festejar los dichos de un fugaz presidente que declaró en 2002, ante
la Asamblea Legislativa, la cesación de pagos de los compromisos externos de la
Argentina, colocado allí por ese mismo cuerpo.
A partir de entonces se
sucedieron varios episodios extraños a la razón: se sostuvo el incumplimiento de
parte de la deuda; se demonizó a los suscriptores de bonos argentinos; se pagó
anticipadamente al Fondo Monetario Internacional el capital e intereses de deuda
mucho tiempo antes de su vencimiento y por un monto superior al prestado; se
canceló la deuda al grupo de acreedores llamado Club de París, por un monto
superior al adeudado; se insultó oficialmente al juez de New York que llevaba la
causa y se instruyó a los ciudadanos más incautos para que clamen públicamente
por la persistencia en el desacato.
Ante esta actitud, sostenida
hasta los últimos días del régimen que abandonó el gobierno argentino el pasado
9 de diciembre, no llamó la atención la acción de quienes conducían la
administración económica del gobierno; lo que sólo quedó para la anécdota:
Resulta que, en medio de las negociaciones entre el mediador Pollack, los
llamados hold-out y el estudio de abogados que representaba a nuestro país,
llegó la noticia de que la misma presidente de la Nación y el entonces ministro
de economía, despotricaban públicamente contra el mediador Pollack, los fondos
buitres, el mismo juez Griesa y daban por terminadas las negociaciones que aún
estaban en curso. Los abogados nombrados por el gobierno argentino se enteraron
de esta situación por medio de los noticieros de TV al mismo momento que
proponían soluciones, lo que ratificaron por los diarios al día siguiente. Aún
hoy, esos protagonistas no pueden creer lo entonces ocurrido.
La razón ante la fuerza
Con la nueva gestión de gobierno
argentino, la situación cambió, tanto por suprimir la actitud de desacato e
indiferencia de esta parte, como por la posición de enojo del juez de New York
hacia la anterior posición displicente de nuestro país.
Afortunadamente, la razón primó
sobre la fuerza, y esta nueva gestión designó funcionarios que fueron a sentarse
con el fin de conversar y solucionar un problema, en vez de incrementarlo.
Hace un mes, el presidente Macri
y el ministro Prat Gay, se propusieron concluir con este flagelo que nos castigó
durante una década. Con el sólo hecho de ir a conversar en forma racional, sin
ofensas ni demandas ridículas, la posición del juez Griesa cambió de declararnos
desacatados y en rebeldía, a indicar que "debe solucionarse este problema en
breve", a continuación, los hold-out de la demanda colectiva cedieron en sus
demandas, hasta que el día 16 de febrero se supo que habían llegado a un acuerdo
conciliador. |
Seguidamente, el juez neoyorkino
exhortó a los fondos para que hagan lo mismo, al punto de darles un ultimatvm
para finalizar la cuestión a valores razonables; en una clara señal de que, ante
la nueva posición argentina, Griesa se ha puesto del lado de una solución
favorable con gran conveniencia para Argentina.
A los tres días de ese acuerdo,
Griesa falló a favor de Argentina respecto de la cláusula "pari passu", lo que
permite realizar transacciones financieras sin la posibilidad de embargos como
en el pasado; dando por finalizado el maldito "default", tan aplaudido por parte
de quien ha sido cautivado por la otrora propaganda oficial.
Aún hay reticencias
Claramente, los más hoscos
quieren seguir dando batalla, tanto por parte de los fondos como Elliot y
Aurelius, cuyo objetivo es cobrar el total del capital, más los intereses
ordinarios, punitorios y astreintes generados por el capricho del gobierno del
matrimonio Kirchner, como también de parte de un puñado de ex funcionarios
locales que encontraron algún beneficio en esta situación de quebranto del país,
como Oscar Parrilli, quien quiere continuar la cesación de pagos, con el sólo
fin de que siga vigente el plan explosivo dejado por la gestión anterior, que
hemos comentado en el artículo
"La
Bomba ya está activada" del mes de junio pasado.
Nueva etapa
Con estas novedades, Argentina
vuelve a formar parte de este sector del mundo que trata las cuestiones
"racionales" de manera "racional".
Afortunadamente, la oposición
más rabiosa no tiene apoyo del principal partido opositor, y hemos visto que,
hoy mismo, varias voces del peronismo, con Miguel Ángel Pichetto a la cabeza,
han desmerecido las ocurrencias de Oscar Parrilli y de la izquierda vernácula,
de bloquear de cualquier modo las decisiones del presidente de la Nación.
Este posicionamiento del bloque
opositor presume que se derogarán las leyes que traban la firma de los acuerdos
con los acreedores y da un respiro a la nueva etapa, lo que permitirá reducir el
costo financiero que nos vino depellejando desde aquel fatídico "pagadiós"
cantado en 2002.
Objetivos
propuestos
Este acuerdo nos permite el
regreso al mundo real, que nos habilitará a reemplazar el financiamiento
inflacionario del Banco Central por uno menos dañino.
No
obstante repetir hasta el hartazgo que
"el
único recurso genuino de financiamiento del estado son los impuestos pagados por
los ciudadanos",
la
financiación por emisión de deuda es imprescindible para la realización de
grandes obras sin distraer los recursos ordinarios que solventan el gasto
público.
Como ese gasto ha aumentado
lujuriosamente durante los últimos años, el déficit fiscal no tenía otro
sustento que el aumento y creación de impuestos, como así también el obligatorio
desmedro del valor de la moneda por una creciente emisión, y el endeudamiento
externo se resumía a créditos caros, turbios y peligrosos, inicialmente, por
parte de Venezuela y, finalmente, por China; ante lo cual, el crecimiento no
tenía otro lugar que en la letra de algún periódico de tinte propagandístico.
Aún hoy, el precio del dinero,
que definimos como tasa de interés, hace imposible cualquier endeudamiento a
precios y plazos razonables; hasta tanto el mercado internacional advierta que
Argentina cambió, que volvimos a ser un país que entiende que el mundo es uno
sólo, y que no es bueno enemistarse con el sólo fin de que un líder salvador y
único pretenda dirigir nuestros destinos para perpetrarse en el poder.
El final de un
paradigma
Los últimos quince años de
nuestra historia han marcado un antes y un después en la vida de los argentinos.
La decadencia institucional que acarreamos desde hace ochenta años ha tocado
fondo y está llegando a su fin; lamentablemente, tuvimos que sufrir una
decadencia moral y educativa más grosera aún que la financiera, que caló hondo
en buena parte de los ciudadanos, todo ello, para finalmente, advertir que es
mejor que la razón prime sobre la fuerza, que la lógica conlleva racionalidad y
que el bien es mejor que el mal.
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