Más allá de la culpa que siente
el gobierno por la muerte del fiscal Nisman; ya que si no fue por acción, sin
ningún lugar a dudas lo fue por una penosa y punible omisión; la presión,
desatención y falta de respeto de los burócratas oficialistas configuran una
afrenta a la sociedad.
Durante el último mes, los
ciudadanos tuvimos que soportar la burla grotesca del grupo oficialista; desde
el secretario, que oficia de ministro de seguridad de la Nación, Sergio Berni,
al incumplir todos los protocolos durante varias horas para asegurar una escena
de crimen a piacere; seguidamente, por afirmar que se trató de un
suicidio, lo que fue confirmado por el jefe de gabinete de ministros de la
presidencia de la Nación, Jorge Milton Capitanich, quien oficia de vocero y
aclarador oficial todas las mañanas; lo que fue coronado por Aníbal Fernández,
quien continuó consintiendo lo sostenido por los otros funcionarios.
Como no podía ser de otra
manera, la presidente de la Nación, sin comentarlo con nadie de su espectro, dio
su punto de vista, a conveniencia, a las pocas horas, sentenciando que el
fallecimiento del fiscal fue un homicidio intencional, por lo cual, todos los
expositores oficialistas cambiaron su interpretación de suicidio a homicidio
intencional, para que se acomode a la de su jefa, sin la menor ruborización.
Hasta aquí, lo ocurrido durante
los primeros días de esta tragedia; luego, siguieron las especulaciones para
ajustar el presunto homicidio a las premisas del relato oficialista, cambiado
por la opinión de la presidente; obviamente, la culpa recayó, según el día en
que se opinó; en el periodismo en general, en el señor Magnetto en particular;
en el señor Lagomarsino, asistente del mismo Nisman; en el señor Stiusso y
alguno que otro espía, y así siguieron los cambios oficiales hasta que llegó la
orden de silencio, ya que, los papelones en los encontronazos de información
oficial incoherente, pusieron en evidencia la improvisación de un poder
ejecutivo que no tiene otro diálogo entre sus funcionarios, que el
adoctrinamiento mediante los Twitter y facebook de la presidente y la propaganda
oficial en TELAM y 678, que son vagas interpretaciones publicitarias de lo que
resumen los sofistas oficiales como Carta Abierta y el secretario para el
pensamiento kirchnerista, Ricardo Forster.
Construcciones oportunistas
La desprolijidad oficial inicial
cambió de rumbo y se buscaron temas como "chivos expiatorios". Se volvió al
discurso previo al homicidio, que indicaba que la denuncia de encubrimiento
elaborada por el fiscal Nisman se trataba de una cortina de humo para ocultar el
éxito económico del país, aunque cualquiera que esté medianamente informado sabe
que no existe tal éxito, en momentos en que sufrimos la segunda depresión del
siglo. Luego vino el "esguince oficial", que llevó a la presidente a mostrarse
vestida de inmaculado blanco y, por primera vez, de cuerpo entero pero sentada
sobre una silla de ruedas, en una clara señal de menosprecio al luto y de
conmiseración por su eventual invalidez.
Mágicamente, la presidente
subió al avión presidencial para iniciar su viaje a China pero, como si se
tratara de un milagro televisivo de madrugada, lo hizo caminando por sus propios
medios. A su regreso, puso en marcha la segunda reforma kirchnerista al servicio
de inteligencia, en lo que sólo presentó un cambio de nombre y un enroque de
funciones que le quitaría el poder de las observaciones judiciales a la agencia
de inteligencia, para otorgárselos a Gils Carbó, por lo cual el remedio
presentado sería peor que la enfermedad, algo que no notarían los legisladores
adictos al oficialismo, que levantarán sus manos favorablemente, sin siquiera
ojear lo que le envíen ya horneado desde Casa Rosada.
La Marcha del 18F
Es evidente que al
oficialismo no le fue bien con la construcción de temas rimbombantes que
distraigan a los ciudadanos de la realidad, aunque su empeño haya sido
formidable.
Hace varios días, nueve
fiscales tuvieron la iniciativa de realizar una marcha desde Plaza Congreso
hasta Plaza de Mayo, con el fin de realizar un homenaje al fiscal Alberto Nisman
al cumplirse un mes de su fallecimiento.
Claramente, la marcha tendrá
un acompañamiento masivo de ciudadanos y será replicada en varias ciudades del
país, lo que motivó quejas de funcionarios oficialistas y opiniones varias de
sus sofistas.
En varios burlescos casos,
Aníbal Fernández, aseguró que a la marcha de homenaje "asistirán antisemitas
y narcos" y repitió la "capitanichesca" y ridícula frase: "Es una
maniobra de desestabilización antidemocrática", también se refirió
nuevamente a la denuncia por la cual falleció el fiscal Nisman y la calificó
como "un bodoque" y agregó que es "burda y horrible". |
Es difícil entender por qué
motivo un funcionario, que pretende mostrarse inteligente, puede referirse de
éste modo y advertir que una marcha de ciudadanos, de homenaje o por cualquier
otro motivo, pueda tratarse de algo antidemocrático, pero todo se aclara si
explicamos que el protagonista es un burócrata que forma parte de ésta gestión
de gobierno.
Volviendo a Ricardo Forster,
el sofista para el cual el kirchenrismo destina jugosos recursos del erario para
que piense por ellos y sus seguidores; respecto de la convocatoria de los
fiscales acuñó una frase que debería considerarse de colección; se animó a
proferir: "Es como si los chefs marcharan para quejarse por la mala cocina".
Luego de escuchar diariamente
a Capitanich, quien ahora está siendo secundado por Aníbal Fernández con
ocurrencias semejantes, no es extraño que algún otro funcionario se sume a la
hipocresía e irreverencia que se ha convertido en la tónica de los funcionarios
oficialistas.
El ministro de defensa,
Agustín Rossi, no pudo evitar formarse con los más lenguaraces y tuvo que
indicar que el homenaje a Nisman es "un intento de desgaste a la Presidente"...
seguidamente, un ignoto candidato a jefe de Gobierno Porteño propuesto del
Frente para la Victoria de nombre Gustavo López, se lució con la frase:
"Estamos frente a un intento de golpe de Estado, que procura sacar del medio a
la Presidente y terminar con este proyecto político".
Así, el desfile de personajes
que se sienten atacados y agraviados por una marcha de homenaje, sea con fines
políticos o no, y otros figurantes que sólo quieren demostrar su apego a la
gestión presidencial, exponen el desprecio del grupo oficialista por la libertad
de expresión, por la sensibilidad social y por la advertencia de que hace mucho
tiempo que las cosas se vienen haciendo mal.
Nadie del Poder Ejecutivo pude asistir
En lo que resultó una triste
reacción y que reafirma otra vez el quiebre con la sociedad, en la aparición
televisiva de la semana pasada, la presidente planteó su diferencia con los
ciudadanos que irán a la marcha y, dirigiéndose precisamente a sus seguidores,
vociferó: "Nosotros nos quedamos con el canto, con la alegría; a ellos les
dejamos el silencio"... esa máxima la expresó en su "propia Plaza de Mayo",
ya que el Patio de las Palmeras, en el interior de la Casa Rosada, ha sido
convertido en un recinto que evoca las "otrora plazas de mayo", colmadas de
seguidores que ponderaban a los líderes populistas que lograban llenarlas de
fieles.
Ante tantos insultos a los
ciudadanos a los que les debe su mandato; ante tanto encubrimiento sobre la
tragedia que realmente ocurre en el país; y ante los resultados de la gestión,
sufridos a diario por la sociedad, no es extraño que la presidente sólo pueda
dirigirse exclusivamente al puñado de seguidores que le queda y compita con cada
ciudadano que se sienta libre o que intente revelar una realidad que se le está
viniendo encima.
Bajo la excusa de inaugurar un sector
de la central atómica de Atucha II
por tercera vez, la que tiene un exceso
del 800% del presupuesto original
y acarrea un atraso de cinco años
respecto del propio proyecto kirchnerista,
la presidente pretende desviar
la atención del público el día de hoy,
mientras buena parte de la sociedad
marchará para recordar que, hace un mes,
el fiscal Alberto Nisman murió
de un tiro en la cabeza, pocas horas antes
de presentar ante el Congreso,
la denuncia más escandalosa contra el gobierno, que pudiera ocurrírsenos.
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