No resulta extraño que aún no
haya detonado la economía argentina, ya que no existe más mercado que
autorregule alguna actividad, que no haya sido alcanzada por el dirigismo
estatal del régimen reinante. No obstante, toda situación tiene límites, los que
no significan un punto de retorno, sino de abandono.
Si consideramos que,
históricamente, hasta hace una década existía un mercado de capitales que
financiaba la actividad productiva, como ocurre en los países serios, alimentado
por eventuales flujos de inversiones externas, por los ahorros previsionales de
los aportantes activos, por el mismo flujo de capitales que genera la actividad
productiva y por el ahorro logrado por los trabajadores; vemos que hoy, ese
mercado no goza del alimento mínimo para sostener la inversión necesaria a
niveles económicos razonables.
Esto, que pareciera una cuestión
generada por el mismo mercado, resulta todo lo contrario; el signo de gobierno
actual, desde que el presidente interino Duhalde, incautara los depósitos
bancarios, destruyera la convertibilidad y declarara la cesación de pagos de la
deuda, como lo propusiera su esposa en la campaña de 1999, fue el puntapié
inicial para destruir el mercado de capitales local.
Luego, su heredero en el cargo,
Néstor Kirchner, se encargó de que el estado compitiera con los privados, por lo
cual generó empresas estatales con el fin de destruir la inversión privada en
empresas de gran envergadura como Aerolíneas Argentinas, YPF y otras de
servicios, a las que les inventó la competencia de LAFSA, una línea aérea sin
aviones, que usufructuó los rezagos de LAPA y Southern Winds, hasta su cierre
por quiebra de una, por narcotráfico la otra y por inoperancia del invento
estatal; otro tanto ocurrió con ENARSA, la que tenía por objeto destruir a YPF;
y, otro tanto con otras empresas privadas que desarrollaban actividad comercial.
Con la presidente consorte en la
herencia del poder, la cuestión fue más allá, expropió los fondos previsionales
privados que se encontraban administrados por las AFJP, en una maniobra sin
precedentes en la historia delictiva argentina, con el sólo fin
de capturar un botín político para comprar voluntades; plan que concluyó
exitosamente para este grupo, con el consiguiente beneficio personal y político
para el grupo que aún ocupa el Poder Ejecutivo, la mayoría del Poder Legislativo
y los miembros que pudo alquilar eventualmente al Poder Judicial.
Luego de aquella expropiación
infame, continuó con la mitad de las acciones de YPF, que en ese entonces se
encontraban en manos de Repsol, pero no así las que se encuentran aún poder de
inversores internacionales y mayoritariamente en manos de amigos de los
integrantes del régimen que acompaña a la presidente. Paralelamente ocurrió lo
mismo con Aerolíneas Argentinas; maniobras de las que nos hemos ocupado en
reiteradas oportunidades en esta publicación.
Como si ello no fuera
suficiente, existía un recurso que alimentaba de divisas al mercado local, como
es la operación denominada "Contado con Liquidación" que, en pocas palabras es
la exportación de activos financieros contra el ingreso de su pago en divisas,
algo que también se intentó destruir, pero que resultó demasiado evidente que su
objetivo no respondía a ningún argumento que pueda cobijarse en el "bien común",
por lo que fue suspendida su
ejecución.
Entre otras calamidades, el
régimen kirchnerista ha tenido un objetivo claro en la destrucción del mercado
de capitales, y fue solamente su aniquilamiento, sin otro objetivo visible.
Ante semejante panorama, resulta
lógico que, cualquier ciudadano que tenga un ahorro, un capital o que se haya
encontrado con algún dinero eventualmente, no lo vuelque al mercado de capitales
y no lo arriesgue en una inversión, salvo por los que se encuentran obligados a
sostener una estructura, tal el caso de quienes cultivan la tierra.
Vemos que la misma industria ya
no se vale de partes de manufactura local porque no las hay, debiendo
importarlas, lo que implica rogarle al gobierno que le permita girar divisas
para su pago, algo que convirtió a las terminales automotrices en meras
armadoras de automóviles que no superan el 27% de valor de origen local.
Hoy, nos encontramos con una
economía cuyo único recurso es la inversión estatal mediante una emisión
monetaria que endeuda al estado cada día más con sus ciudadanos, que no tiene
capacidad de pago de ninguna de las obligaciones que contrae, que niega el
aumento de una creciente e inédita deuda que algún día habrá que honrar y cuyos
plazos son cada vez menores a mayor precio, como puede verse con la creciente
tasa de interés.
Economía estatal
Ante este panorama de
utilización del erario para controlar precios, salarios y comprar la voluntad
popular, es claro que este círculo vicioso que se ha dado en llamar "El Modelo",
no es más que el capricho del populismo por sostenerse en el poder a cualquier
precio. Por estos días, ese precio es la emisión de los bonos llamados BONAC,
que le permiten al gobierno sostener lo insostenible, a costas de la quiebra del
Banco Central, lo que significa una bomba a punto de explotar, ya que su
vencimiento es a mediados de 2016, momento en el cual, el próximo gobierno
deberá satisfacer de algún modo su devolución con las arcas absolutamente
vacías, una moneda sin valor y obligaciones que ahorcarían a cualquier estado de
alguno de los países serios. |
Lo único claro de este esquema
es que hay que salir, y que cuanto más pronto lo hagamos será mejor para el
futuro de todos los argentinos, más aún de los más vulnerables, que creen que
generando todos estos problemas se puede lograr a alguna solución positiva.
Creencias y estrategias
Las próximas elecciones
nacionales nos proponen un sinnúmero de escenarios.
Claramente, son muchos los que
piensan que el actual grupo de gobierno necesita que gane una oposición
ideológica para que esta bomba que configura un estado inviable, una vez al
mando, le explote en las manos, la obligue a realizar un ajuste salvaje que le
cueste el gobierno, algo que, con ayuda de la propaganda, superficialmente
podría relatarse luego como que "sólo el populismo tiene el potencial para
gobernar un país de incapaces", y estos podrían llegar a afirmarlo.
Otros, pensamos que es hora de
volver a la racionalidad, abrir los mercados para recuperar la industria,
recobrar el prestigio internacional arruinado, establecer un sesgo exportador en
todos los rubros que nos permita crecer, reconquistar los mercados perdidos y
que, con una moneda sana, la recaudación necesaria para solventar un gasto
público equilibrado aumente sólo por productividad y no por depreciación del
valor de la moneda.
Aún existe quien cree que este
modelo de despilfarro puede continuar rigiendo, aunque el mismo gobierno no esté
convencido de ello. Por este motivo, el grupo seguidor de la presidente busca
colocar en la fórmula que gobierne por los próximos cuatro años "sólo a su
vicepresidente", dejando que esta bomba le explote al nuevo presidente, éste
pobre iluso realice forzosamente un ajuste salvaje, y continúe gobernando el
vicepresidente elegido por el grupo actual.
Para aplicar esta estrategia, la
figura presentada inicialmente de Máximo Kirchner resultó demasiado grotesca
para ocupar la vicepresidencia, aún dentro del riñón presidencial y de los
jovencitos de "La Cámpora"; pero, eligieron como su representante en la lista
"Scioli presidente", a un discípulo maoista como es el caso de Zannini. De
confirmarse esta imposición, del nefasto modelo a una fórmula que se presentaba
como relativamente moderadora, ya sabremos quién será el futuro presidente fugaz
que abdique en favor de un comunista que actúa en las sombras de un régimen tan
perverso surgido de un peronismo más descarriado que sus orígenes.
Rotundamente, el modelo
populista está agotado, como ocurre periódicamente con estas patrañas ilusorias
que, paradójicamente, seducen tanto a quienes más sufren sus estragos. Lo único
que queda claro, de estos modelos, es que cuando concluyen, lo hacen con mucho
ruido, con el sufrimiento de los más vulnerables y con el sinceramiento tardío
de algunos de sus causantes.
Cómo salir del populismo
No existe el momento propicio
para salir del populismo.
Por estos días se escucha y se
lee a intelectuales que indican que habría que esperar a que el modelo populista
caiga por su propio peso, que el desastre cunda de una vez y que, ante tal
calamidad, los ciudadanos advertirían que íbamos por el mal camino. La historia
nos indica que ello no ocurre; los populismos despiertan tal sometimiento por
parte de sus seguidores que, aún cuando es evidente que el camino elegido fue el
peor, estos seguirán vivando por muchos años al líder que los sometió, los
empobreció y los retrasó.
La única forma de salir del
populismo es sólo hacerlo. Para ello habrá que regresar a la cultura del
trabajo, recuperar la educación de excelencia que supimos instaurar, sostener al
débil pero premiar al eficiente, reconquistar mercados que permitan superarnos
económicamente y recuperar el prestigio internacional que cedimos desde que
comenzó el milenio.
El "solo hacerlo" no resultará fácil, pero implica una
obligación para todo el que quiera volver a sentirse orgulloso de ser argentino,
o resignarse a vivir en un país que ocupe un lugar aún inferior al que nos
encontramos.
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