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La Hoja Federal

N�mero Extraordinario

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta de Francisco Manrique

al Presidente Aramburu

Buenos Aires, 4 de Enero de 1958.

Se�or Presidente de la Naci�n

General Pedro Eugenio Aramburu 

Estimado se�or:
Anoche estuvimos en la Quinta de Olivos. Usted hab�a reunido a un grupo de gente, como lo hace siempre, para festejar este nuevo a�o. Estaban all� los m�s altos funcionarios de este gobierno al que pertenezco y algunos invitados especiales. Cuando ya qued�bamos muy pocos y la reuni�n estaba terminando, pareci� llegar la hora de las confidencias. Eramos si bien pocos, no tan pocos y entre ellos estaba el Ministro del Interior, doctor Alconada Arambur�, que, plet�rico de euforia electoralista, se puso a explicar, a voz en cuello, c�mo era que perder�a Frondizi y ganar�a el radicalismo del pueblo. Me pareci� l�gico que un miembro de ese partido tuviera tan grande entusiasmo y se expresase como se expres�. Pero no coincid�a esto con su calidad ministerial. Con un gramo, nada m�s, de prudencia, debi� haber refrenado sus �mpetus, por respeto al gobierno. No s� qu� impre-si�n pueden haberse llevado algunos. Pero yo siento la necesidad de transmi-tirle la m�a. Siempre le informe de lo que pensaba, y esta vez, entiendo, creo que se trata de algo muy grave que puede tener consecuencias en el futuro. Porque una cosa es alimentar la fe y otra es usar de los valores de la fe como si fueran monedas para un mercado persa de la pol�tica peque�a. 
Usted sabe que siempre he estado en desacuerdo con los entretelones del manejo pol�tico. Y ahora me parece que, a fuerza de cuerda, estamos cons-truyendo el regreso del peronismo, a tres meses de plazo, a un a�o, a seis o a veinte, porque las torpezas se han acumulado en forma tal que est�n dando la raz�n a lo que debi�ramos ter-minar como la falsa expresi�n popular nacional. El peronismo, en sus senti-mientos, es aut�ntico, aunque el Minis-tro diga lo contrario. Una cosa son su traducci�n pol�tica o sus malos conduc-tores, prostitu�dos, mentirosos, ladro-nes, y otra los elementos de base que hacen que un pueblo se ubique detr�s de una bandera de mejoramiento so-cial. El ministro, por lo que se ve, reduce todo a una mec�nica electoral, a la aritm�tica m�s elemental y es as� que, aritm�ticamente, desde esa base pue-blo que la conducci�n pol�tica no inter-preta, porque no la entiende, se levan-tar� una revancha que podr� terminar en la destrucci�n del pa�s.
Si no creemos en eso no hubiese sido necesaria la Revoluci�n Libertadora. Siempre sostuve que con el peronismo, como masificaci�n del pueblo, est� en-ancado el comunismo. El peronismo es un instrumento que ya intent� ser usado en 1955 y que, por v�a de agrupaciones irregulares quiso apoderarse del movimiento del 9 de junio de 1956, tal cual lo manifestara el propio General Valle. 
No nos podemos olvidar de todo eso. Pero como el sentimiento, que es sano en su base, est� prendido en lo m�s profundo del pueblo, lo que es nece-sario es interpretar y educar a ese pue-blo positivamente, con sensibilidad, con saneamiento de esquemas, con el aporte de orientaciones que permitan que el pa�s definitivamente levante ca-beza. 
He sido y soy testigo permanente de su pureza de intenciones y he sido testigo de sus conversaciones con Balb�n y con Frondizi. Comprendo que su estrategia pol�tica lo ha llevado a darle al pa�s la oportunidad de una definici�n electoral por esos caminos, antes de arriesgar la unidad militar ya comprometida. Es decir que, lo que de ahora en m�s suce-da, debemos entenderlo como una chance que se da a los dirigentes ar-gentinos para que retomen las riendas de un proceso corrompido, no solamen-te en lo que al peronismo se refiere sino en los otros cauces de opini�n. No ha sido la Revoluci�n capaz de dar una filosof�a para un pa�s nuevo que pueda orientarnos a todos con nuestras bolsas de resentimientos, pasiones y buena voluntad. Se ha recurrido a lo de antes para arriesgarnos a que vuelva lo que ya conocemos, en un proceso de repeti-ci�n de la historia. �Es que no tenemos cabeza? �Es que no somos capaces de imaginar los peligros del futuro? 
El entusiasmo electoral de Alconada Arambur� es primario, simplista y lleno de acechanzas. Asegur�, haciendo un razonamiento casi infantil, que la U.C.R. del Pueblo "ganar por muerte". Asegur� que as� morir� el peronismo. Asegur� que a Frondizi se lo comer� su ambici�n. Para colmo, afirm�, ante una pregunta, que en caso de que Frondizi ganara, ya se ver� la forma de no entre-gar el poder. 
No se si usted escuch� todo esto o no. Me parece que si. Puede que su buena educaci�n de due�o de casa impidiera poner el punto final a aquella penosa conversaci�n de a grito pelado. Pero, le confieso, sigo impresionado porque, sostengo, que si la U.C.R. del P. se maneja con similares dirigentes al Mi-nistro, no puede ni debe ganar. Com-prendo que Frondizi haga su juego de captaci�n pero... �qu� otra cosa puede hacer ante estas imprudencias?. Por otra parte, se lo lleva a ello. 
Despu�s de las constituyentes, usted tiene toda la documentaci�n, hubo aquella reuni�n en C�rdoba en donde un grupo de gente importante resolvi� que si Frondizi gana se anular� el es-crutinio. Por un lado, entonces, tene-mos la euforia ministerial en el triunfo de la U.C.R. del P. y por el otro, "el seguro" de que si la U.C.R. del P. pierde, apa-recer� la decisi�n de tirar al diablo las urnas. Yo entiendo poco y nada de pol�-tica, pero no estoy de acuerdo. Creo en los principios y en su valor para cons-truir, por lo que me confunde todo esto, preocup�ndome, y llev�ndome a que le transmita esta angustia que tengo. 
Esta ma�ana estuve con Joaqu�n de Anchorena y con Bustillo, que vinieron a aclarar sus cabezas con respecto a la devoluci�n del Jockey Club. Parece que estuvieron con el Ministro Alconada y �ste les dijo que no era popular devol-verlo, raz�n por la cual �l se opon�a, agregando que la U.C.R. del P. se opo-ndr�a porque si el gobierno decid�a la devoluci�n, el favorecido ser�a Frondizi. Lo gracioso es que hab�an estado tam-bi�n con Frondizi quien les prometi� que apenas llegara al poder firmar�a esa devoluci�n porque era de justicia. Usted ve c�mo se han deformado los elementos de juicio, y esto es por la politiquer�a que traba al gobierno y da alimento a los politiqueros que viven a su alrededor. 
Entiendo, se�or, que, guste o no, sea impopular o no, lo del Jockey es una cuesti�n que hace a la raz�n moral de un gobierno. Fue un atropello incalifi-cable y b�rbaro y, en �ltimo caso, una violaci�n de los derechos de propiedad privada. �Por qu� se duda? Y las dudas en atender las cuestiones de principios van llevando a que la Revoluci�n Liber-tadora no los tenga o los olvide, enreda-da en cuestiones mezquinas que hacen a intereses de sector y no del pa�s real e integral.
Pero esto es un detalle, que debe arreglarse. Importante, pero detalle. Lo que me preocupa es que este movi-miento libertador nuestro ha de terminar en una competencia electoral de pe-que�os horizontes. Ha llegado la hora de imaginar el pa�s de ma�ana y creo que debe llevarse a que el pueblo se expida por ese pa�s y no por una simple divisa pol�tica. Hay un trabajo que usted encomend� sobre municipalismo que no ha servido para nada. Est� dormido en alg�n lugar. �Por qu� no se lo busca y, desde la c�lula m�s peque�a pol�tica se empieza a armar la nueva cosa? No hay federalismo sin municipalismo y no hay democracia si el hombre no es la clave de toda soluci�n.
Per�n, gran artista de las deformacio-nes, habl� del hombre para anestesiar-lo y olvidarlo, pero us�ndolo en un es-quema pol�tico sindical que nos ha atrapado como si fuese una ara�a. Esa fue su herencia y, acaso, �ser� tambi�n la herencia que deje la Revoluci�n Libertadora?. Sea la U.C.R. del P. o la U.C.R.I. las que ganen, as� las cosas todo ser� igual y, para peor, con un paso atr�s. Algo como invitando a que lo desalojado del poder en 1955 vuelva por las urnas, alg�n d�a, cuando haya alg�n h�roe, llamemosle de esta manera, que resuelva terminar con las proscripciones pol�ticas. Esto si no caemos en una revoluci�n popular fa-natizada con el capital de lo clandes-tino. 
Disculpe se�or Presidente. Usted sabe que estoy a su lado y que mis abusos de confianza son honestos, pero estoy muy preocupado. Siempre so�� que, sin que yo lo supiera, habr�a alguna genialidad oculta pero temo que no la haya y que las simplezas del ministro sean las simplezas del gobierno al que me honro en pertenecer.
Atentamente.

Francisco G. Manrique 
Capitan de Nav�o 
Jefe de la Casa Militar

 

 

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