La “cuestión Aerolíneas Argentinas” merece
hoy la misma urgencia que desde hace más de ocho años; entonces, la deuda de
la empresa era de una cifra aproximada a un mil millones de dólares;
luego de varios cientos de millones inyectados, otro
tanto ingresado como subsidios y la venta de gran cantidad de bienes
que conformaban el activo de la otrora línea aérea argentina, el pasivo aumentó y decreció según el
momento político; hoy su deuda es de unos pocos millones menos que
entonces, pero su relación con el patrimonio es vergonzosa.
La urgencia no radica en la falta del servicio aerocomercial
porque, ante la ausencia de “su compañía” en la cobertura de
cabotaje, esa vacancia puede ser cubierta de inmediato por varias
líneas aéreas que se encuentran en lista de espera para la asignación de
rutas.
Hace varios años que algunas empresas solicitaron al estado
nacional el permiso para explotar rutas aéreas, incluso algunas no
cubiertas por Aerolíneas Argentinas, como es el caso de Air Pampas; pero, por algún motivo
desconocido, el señor Jaime, secretario del área aerocomercial del
gobierno, mantuvo los trámites en su cajón sin que
el servicio entre varios aeropuertos sea cubierto como la demanda lo
exige.
Descartada la
falta de empresas de transporte aéreo que quieran prestar el
servicio, solo queda pensar que existe un motivo de ansias
monopólicas, acatado por el señor Jaime, para no permitir que otras
empresas cubran las líneas que Aerolíneas Argentinas no satisface
correctamente.
Resulta extraño
pensar que desde que el señor Jaime rige la asignación de líneas
aerocomerciales, solo se benefició a Aerolíneas Argentinas, aún
cuando de línea aérea argentina solo lleva su nombre,
ya que las otras empresas dedicadas al cabotaje
también muestran su matrícula "LV" y nuestra bandera; tal el caso de
LAN Argentina, cuyo capital accionario permanece en un 51% en manos
de argentinos, y el gobierno no la reconoce públicamente como local,
pero sí lo hace con Aerolíneas Argentinas, aún cuando desde hace muy
poco tiempo tiene solo un 16% de sus acciones "en poder argentino".
Esta situación no
es nueva, recordemos el caso de la extinta LAPA, que llegó a mover
la mitad de los pasajeros de cabotaje, pero, un tristemente famoso
accidente, y la presión estatal la destruyeron.
Sin accidente, el
caso de la extinta Southern Winds es más complejo. Una creciente
empresa, con aeronaves de gran porte, vuelos de cabotaje, regionales
e internacionales, fue absorbida por el Estado Nacional a través de
la empresa fantasma LAFSA y el accidente, que no tuvo, fue
reemplazado por un episodio de valijas, dinero y drogas en el
extraño destino "Buenos Aires - Tacna sin escalas".
La evidencia de
una "trastienda" fue tal, que la línea SW desapareció como tal... no
así la "no extinta" LAFSA, que siguió funcionando con personal,
oficinas, enormes gastos y asignaciones de rutas, pero "sin aviones
que las cubran".
Resulta, al
menos, sospechoso que el Estado haya atacado desde todos los frentes
a las líneas aéreas de capitales argentinos, pero haya solventado,
protegido y amamantado a la española Aerolíneas Argentinas durante
tanto tiempo.
Solo el nombre hace a la urgencia
Probablemente,
para las prácticas populistas, sólo la superficie es lo que importa
y el nombre hace a la compañía. Esto que se presenta como un
razonamiento infantil podría ser la clave de la urgencia actual para
reflotar una empresa fundida.
Los nombres de
LAPA, TAN, SW, Kaikén, SEAL, LAER, DINAR y tantos otros que quedaron
en el camino no fueron nunca significativos ante la urgencia. Parece
que para el Estado hay una razón especial para proteger tanto a una
sola empresa, sin importar en qué manos esté su capital accionario,
si cumple con la eficiencia debida o si es viable económicamente.
Más allá de los
negocios personales que pudo haber existido entre la autoridad
aeronáutica y cada empresa, lo trascendente de Aerolíneas Argentinas
es sólo su nombre y resulta excluyente. Para esta gestión de
gobierno, así como Swissair representaba a Suiza, VIASA a Venezuela
y lo mismo con Aero Perú, Lloyd Aéreo Boliviano, etc.con sus países
de origen, ¿qué otro nombre podría tener una empresa que lleve gente
por el aire en Argentina?... ¡Ningún otro!
Esta reflexión
también es sumamente infantil, pero resulta suficiente para explicar
por qué sólo un nombre nos está por costar semejante fortuna.
El precio
Si vamos a
comprar una empresa, lo primero que se debe tener en cuenta es el
precio; pero, bajo el tipo de razonamiento de la actual gestión de
gobierno, eso no importa y quedó para lo último.
Cuando llegue el
momento propicio, para valuar el precio de las acciones que vamos a
comprar, como estas no cotizan en mercados regulados, se deberá
recurrir a una ecuación que se resume con la sigla P.E.R. (Pice
Earning Ratio), esto significa que evaluamos la relación entre el
precio y la ganancia que rinde la inversión.
Si queremos amortizar la adquisición en un plazo determinado
cambiamos las variables y el precio surge sólo. Claro está que para
que ello ocurra, tiene que haber alguna ganancia, sinó, el precio
resultante del PER es cero o inconsistente.
En el caso de
Aerolíneas Argentinas, el precio en relación con la ganancia es
cero, sin ninguna duda; lo que pagaríamos como precio es algo
cercano al Valor Libros, que equivale al patrimonio neto dividido
por la cantidad de acciones.
Si tenemos en
cuenta que el inventario de la empresa tiene sólo un avión, algunos
inmuebles (si es que aún no los vendieron) y valores inmateriales en
marcas; por todo eso estaríamos pagando un mil millones de dólares.
El avión es viejo y los inmuebles que queden no pueden ser muy
caros, por lo que ese dineral será destinado, casi todo, sólo al
nombre "Aerolíneas Argentinas". |
¿Quien paga?
Si se decide que
el Estado compre la empresa, al final del banquete alguien tiene
que pagar la cuenta. No serán los pasajeros que disfrutemos de
los vuelos, sino todos los demás argentinos que no vuelan.
Ya sea que los
recursos sean atribuidos a una nueva emisión de deuda para postergar
un poco el pago o que salgan directamente de las arcas del Estado,
los impuestos o la inflación serán los que salden el derroche; en
cualquiera de los casos ese gasto será prorrateado entre todos
los argentinos.
¿Hace falta?
Alguien puede
argumentar que en épocas de hostilidad internacional, conviene que
los estados se hagan cargo de algunos servicios esenciales por un
tiempo, dada la imposibilidad de que lo hagan los privados debido a
las consecuencias de una guerra. Circunstancialmente, eso podría
suceder si nos vemos envueltos en algo así, lo que no ocurre en la
actualidad y esperemos que no ocurra nunca; por lo menos, así
trabaja la cabeza de la mayoría de la población.
Salvando los
casos extremos como el de esta hipótesis, una línea aérea es una
empresa de servicios, sólo eso. No hay por qué atribuirle algún
valor estratégico, de defensa nacional o de recurso de última
instancia. Es un negocio que cumple un servicio como lo es el
transporte terrestre, lacustre, fluvial o marítimo.
Si no existiese
una empresa con un nombre "tan importante", las otras cubrirían las
rutas que no se cumplen bajo ese nombre. Dado el caso, para viajar a
determinado lugar, hoy lo haría por ANDES, LAN, SOL u otras que
presten el servicio si existieran.
Siempre que hay
una demanda de este tipo, hay otro que la satisface y si no
existiera demanda, no habría razón para mantener un servicio
deficiente. Lamentablemente la inteligencia del gobierno de turno no
funciona así.
No hay razón
públicamente defendible para mantener una línea aérea que sea
tratada como nave insignia. El orgullo suizo no cayó con la
quiebra de Swissair, el estadounidense tampoco con PanAm, TWA y
muchas otras como Braniff, que comenzó a volar en 1928. Nuestra
realidad no escapa a ello, Aerolíneas Argentinas puede,
honrosamente, pasar a la historia como el motor de la aviación
comercial argentina y no solo no sería una catástrofe, sino que no
ocurriría nada, como sucedió con Aeroposta Argentina, ALA, LASO,
LANE y muchas otras precursoras; lista donde no debería
encontrarse LAFSA, que deshonrosamente nunca voló y sigue existiendo.
Decisión política: ¡Véndale al Estado!
La
estatización de Aerolíneas Argentinas,
Austral y sus sociedades controladas forman parte de una política de
éste gobierno. Así como muchas de las otras decisiones que se
tomaron en este sentido, ninguna de estas puede tratarse como
política de estado, ya que futuros gobiernos corregirán lo hecho
erróneamente por la dinastía actual.
Si alguien puede
estar contento con que nuestro país desembolse una enorme cantidad
de dinero para comprar una empresa fundida, ese es el vendedor.
Marsans compró una empresa, vendió sus activos, la endeudó más de lo
que estaba y ahora se la está por vender al Estado Argentino, que,
mientras esto pasaba, se comportó como un espectador ante lo que se
podría considerar un real desfalco.
En este caso, el
Estado se comportaría igual que una compañía de seguros que se hace
cargo del costo total del bien dañado hasta el punto de la
"destrucción total".
Si el
gobierno quiere satisfacer su
psicosis de sentir "la poderosa sensación de volar" por una empresa
del estado, tendría que haber pensado en comprar otra compañía o
hacer funcionar las que ya tiene. Hay muchas empresas privadas
quebradas que deben ser más baratas que Aerolíneas Argentinas. En
definitiva, todo esto solo se trata de volar aviones y decir que son
argentinos, sin importar las consecuencias.
¡Advertencia - Warning!
Aunque la
dinastía de gobierno no lo entienda, nuestro país sigue siendo
considerado "en cesación de pagos" frente al mercado financiero
internacional; por definición: en default.
No es difícil
deducir lo que ocurrirá con los aviones de Aerolíneas Argentinas que
ingresen bajo la jurisdicción del Juez neoyorkino Thomas Griesa,
cuando advierta que son bienes del Estado Argentino.
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Gustavo
P. Forgione
gustavo@forgione.com.ar
Presidente
del Partido Federal
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