El transporte público
metropolitano de pasajeros se encuentra colapsado, con un servicio
deficiente y unidades en muchos casos obsoletas.
El sistema, subsidiado a
granel por el Estado Nacional, se ha ido deteriorando paulatinamente, pues
a pesar de los crecientes aportes (estimados en 1800 millones de pesos en
2006) no se ha transparentado el destino de los mismos con controles
institucionales y rendición de cuentas, y no se han realizado las
inversiones imprescindibles en infraestructura y material que no pueden
ser postergadas, del mismo modo como el mantenimiento del servicio que
está lejos de mejorar.
La recaudación por boletos
hoy representa una mínima parte de los ingresos empresarios y se destinan
básicamente a salarios, en detrimento del servicio.
A ello se suma que el
equipamiento tanto para subterráneos como para el ferrocarril
metropolitano corre por cuenta del Estado Nacional. Los concesionarios se
han transformado en meros administradores.
El subsidio puede ser una
herramienta útil para favorecer el acceso al usuario del servicio, como lo
demuestra la experiencia europea (España, Francia, Gran Bretaña) pero con
reglas de juego claras.
Entre 2001-2003,
consecuencia de la grave crisis económica-social, por medio de un decreto
presidencial no hubo inversiones para mejorar el material rodante
ferroviario que en algunas formaciones llega a los 50 años de antigüedad.
El transporte colectivo,
recibe paralelamente otras ventajas indirectas: gasoil más barato (0.42$/lt),
exención del peaje en las autopistas urbanas y se les ha prorrogado la
vida útil a las unidades mas allá de los 10 años originales.
El aumento de la cantidad
de pasajeros (en colectivos un 4.5%; en subterráneos un 10%; en
ferrocarril 6.8% en el 2006 respecto al 2005) como consecuencia del
crecimiento económico no tuvo su correlato en la mejora de las
operaciones, más bien, se ha deteriorado por la escasa inversión en la
red, incluyendo la disminución de unidades en circulación.
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El
subterráneo, al prolongar su recorrido, agregó pasajeros y cuenta con
tecnología, que hoy, le impide aumentar sus frecuencias
salvo cuantiosas inversiones en la materia, usado en
algunas redes europeas de última generación.
En el caso del
ferrocarril, la cantidad de pasos a nivel, ha llevado al máximo de tiempo
posible para mantener barreras bajas, su incremento va en detrimento del
tránsito urbano.
Este panorama es de una
gran incertidumbre a futuro
pues impide planificar y de ese modo
deberemos acostumbrarnos a transitar por una ciudad
cada vez más complicada.
El transporte de pasajeros
para alcanzar niveles de excelencia requiere de grandes inversiones en
infraestructura, renovación de unidades,
capacitación de personal, tecnología para lograr servicios más rápidos,
seguros y confiables, de allí la necesaria participación del Estado para
balancear las tarifas con las reales posibilidades de los pasajeros, pero
fijando reglas claras en las concesiones.
Los entes de control
también encuentran dificultades para intervenir ante un panorama tan
difuso, con organismos nacionales, provinciales, y municipales,
superpuestos.
Es por eso que resulta
necesario constituir una Agencia para la Región Metropolitana que unifica
las acciones de investigación, proyecto, ejecución y control del sistema.
Arq. Miguel von Rozenberg
Director del Ente Único Regulador de los
Servicios Públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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