En la mañana del sábado 10 de marzo pasado
pudimos ver como el presidente Tabaré Vázquez oficiaba de anfitrión del presidente George Bush en
la estancia presidencial de Anchorena.
Antes de pasar a degustar un
tradicional asado
ofrecieron una conferencia de prensa donde anunciaron el inicio de
conversaciones para realizar convenios de cooperación científica, tecnológica y
educativa; profundizar las relaciones comerciales bilaterales, mediante sesiones de trabajo de ambos presidentes y sus ministros.
En
relación a las relaciones multilaterales, el presidente de Uruguay advirtió que pretende un
"MERCOSUR abierto"
y que las relaciones bilaterales con Estados Unidos se harán en el marco
de los convenios mantenidos con sus vecinos. Esto significó una actitud
más que respetuosa del presidente Tabaré Vázquez, que no se compadece
con el tratamiento recibido de los gobiernos de países que, como el nuestro,
se sienten más "grandes" que el de Uruguay.
Por su parte, el presidente Bush elogió a
Vázquez y recalcó que "Más allá de las diferencias, son más las cosas que nos unen que las que nos
separan"; sobre ello destacó, como coincidencia más importante, la "Defensa de la Democracia como defensa de la libertad de los ciudadanos y el respeto por los derechos y la dignidad
humanos".
Hasta este momento ambos presidentes, no
sólo hablaron de sus relaciones bilaterales en cuestiones comerciales y
educativas, sino que llevaron la voz de advertencia a los países que,
como el nuestro, se encuentra en otra sintonía.
Aspecto Político
Pese a la diferencia del signo político de ambos presidentes, es Uruguay
quien le dio la bienvenida a Estados Unidos. Vázquez recordó en
agradecimiento la ayuda recibida en 2002 de Estados Unidos, cuando Jorge Batlle
era presidente y la crisis financiera asolaba la región que finalmente se
propagó por su país.
No obstante los agasajos y los
cumplimientos protocolares, Vázquez le reclamó a Bush por las necesidades
propias de los ciudadanos uruguayos que residen en Estados Unidos y que aún no pueden regularizar su situación
migratoria para trabajar libremente.
El presidente norteamericano le respondió
con suave crudeza que su país no podía recibir a todo
inmigrante que quiera trabajar allí, pero que llevará al Congreso un
proyecto de ley para concluir en un tratamiento más justo que evite su
exclusión.
Sobre las cuestiones regionales, el
presidente uruguayo sólo se refirió a nuestro país por la cuestión de las pasteras,
indicando que hay un diálogo pero no negociación, ya que, mientras los puentes estén cortados solo puede haber un diálogo que llame al entendimiento y al razonamiento para solucionar éste "Triste diferendo".
Bochorno
La diferencia clara con nuestro
país, que dejó entender el presidente Vázquez,
es la que existe entre la razón y la
fuerza; concepto éste, que nos dejará al margen del mundo civilizado por más tiempo del que ya nos encontramos.
"Del otro lado del río", como versa el cantante
"rioplatense" Drexler, recibimos a otro presidente.
Lamentablemente, se trató del titular de la Revolución Venezolana.
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Afortunadamente, la cobertura
periodística de la payasesca
visita del presidente
Chávez resultó bastante pobre. Fue más fácil recibir noticias de lo
ocurrido en Uruguay, que de la breve visita oficial de Venezuela a Argentina.
"Breve visita" por ambos aspectos, tanto por
los resultados obtenidos para nuestro país, como por la atención
prestada a las cuestiones oficiales realmente importantes.
De un lado del río, el respeto y el buen
gusto signaron los acontecimientos; del otro, el egoísmo de un monólogo
de algunas horas ante una multitud que acompañaba las vociferaciones del
orador que pintarrajeó un discurso de difícil coherencia.
El más
bochornoso detalle es que el luengo acto realizado por el bolivariano en
un estadio de fútbol no formó parte de la actividad oficial, sino de una
cuestión partidaria del mandamás invitado, junto con los grupos de
D'elía, de Bonafini y otros embanderados. Pese a que éste país era el
anfitrión de una visita carácter oficial, el destino de éste encuentro
era patalear contra el presidente de Estados Unidos.
Cancillería no advirtió
inmediatamente que la realización de un acto político de un presidente
extranjero en nuestro país, intentando humillar al mandatario de otro,
significó como mínimo, una falta de respeto al anfitrión y al
destinatario. Posteriormente, en un reportaje a nuestro vacante canciller,
en el cual se le preguntó su opinión sobre este descuido, el señor
Taiana no encontró motivos de preocupación; lo que nos preocupa más
aún a quienes lo padecemos como canciller.
La cobertura televisiva de la visita local
que nos proporcionó mayor tranquilidad fue la despedida, en la que Hugo
Chávez vistiendo su casaca roja partió en vuelo hacia Bolivia, donde los ponchos rojos se han puesto de moda.
De celos a desazón
Es imposible no hacer la comparación de
las reuniones a cada lado del río. La de los presidentes Tabaré Vázquez
y George Bush, con la de Néstor Kirchner y Hugo Chávez.
Para adelantarse a
esa comparación, sólo
hay que notar las diferencias entre nuestros cancilleres Taiana y Gargano:
el resultado es el obtenido sin necesidad de ahondar en más detalles
sobre el papelón que aún trasciende.
Convicción o superstición
Probablemente nuestro presidente entienda íntimamente,
por una cuestión dogmática, que es más beneficioso pagarle la totalidad
de la deuda pública al Fondo Monetario Internacional con parte del dinero
de los jubilados y endeudarnos más con Venezuela, pese a que la tasa que
el régimen chavista nos cobra es del doble de lo que pagábamos al FMI.
Asimismo, puede pensar que el hecho de vociferar contra
casi todos los países con los que históricamente fuimos amigos, va a
revertir algunos de nuestros problemas internos.
En cualquiera de los casos, el presidente se equivoca.
Nos sale carísima la camaradería con Chávez, tanto en
términos económicos, como de orden social y, finalmente, porque ello
trae aparejado el hecho de enemistarnos con el mundo civilizado.
Evidentemente,
si hubiera que calificar a la época política mundial por la que
atravesamos, el título más notable que se viene a la mente es "la
era de los presidentes limitados", tanto aquí como en el
resto del mundo y nadie se salva. Lo lamentable es que el nuestro está
siguiendo al que va ganando la carrera.
Gustavo P.
Forgione
gustavo@forgione.com.ar
Vicepresidente II - Partido Federal
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