En
materia pol?ica nuestra sociedad ha ca?o de manera ingenua y
recurrente en la trampa de las frases hechas, los lugares comunes y los
slogans atractivos. Toda una generaci? pol?ica (y de publicistas pol?icos
tambi?) ha echado mano a la artima? de esconder un conjunto de vagas
ideas detr? de palabras mas o menos ingeniosas o de giros efectistas.
Poca raz?, mucha imaginaci?, esa podr? ser la s?tesis de los
paquetes electorales que vot?el pueblo (o que le impusieron) en los ?timos treinta a?s. El
resultado: promesas incumplibles que obviamente no pudieron ser cumplidas
y un c?culo de frustraci? que se alimenta, lamentablemente, con nuevas
f?mulas que consiguen preocupante adhesi?.
Desde
“liberaci?
o dependencia”, proclama que llev?a C?pora y a Per? al
poder en los ’70, vendiendo soberan? pol?ica para terminar dejando
al pa? inerte en las manos de terrorismos de todos los colores, pasando
por “achicar el estado es agrandar
la naci?” del proceso militar en los ’80, que no s?o
no
privatiz?ninguna de las empresas estatales si no que las dej?m?
endeudadas e ineficientes que antes, o
el simpatiqu?imo
“con
la democracia
se come, se cura y se educa”, del Alfoncinismo (si, con “c”)
que tuvo que irse seis meses antes del
gobierno,
hasta llegar a la “revoluci?
productiva” o el “salariazo”
de Menem, que al finalizar su mandato dej?14% de desocupaci?, y al pat?ico
slogan del tambi? pat?ico de la Rua:
“voy
a terminar con la fiesta para unos pocos”, la clase
pol?ica
se ha especializado en fabricar im?enes e ilusiones para acceder al
poder, y el electorado no ha sido menos responsable comprando a granel.
Es
hora de romper con esta din?ica que favorece la cantidad (de ilusiones)
en detrimento de la calidad (de
ideas), la irresponsabilidad para acceder al poder (se puede decir
cualquier cosa) por sobre la responsabilidad de gobernar (no se puede
hacer cualquier cosa).
Hoy en d?, la calle est?poblada de nuevos
slogans, que cuales credos sagrados concitan la adhesi? de miles de
fieles en ruidosas ceremonias cacerol?ticas. En
curiosa carambola, ya no son los pol?icos y publicistas los generadores
de los slogans sino el pueblo mismo, la gente, las asambleas barriales,
los ahorristas en d?ares, los prestamistas en d?ares, los amparistas
acorralados, los pesificados indexados, los desocupados. De todos los
nuevos credos, sin duda que el m? recitado es “que
se vayan todos”, embriagadora
proclama contra la clase pol?ica, mezcla rancia que huele a anarquismo y
fascismo, que me permito afirmar constituye una nueva falacia, una nueva
estafa intelectual del mismo calibre que las citadas anteriormente,
producto ?ta vez del marketing callejero.
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Argentina
est?llena de problemas y pensar una soluci? para todos ellos a veces
resulta imposible, pero eso no nos
habilita a cederle lugar al pensamiento m?ico en detrimento de la raz?.
Apelar a f?mulas seductoras, pero
espantosamente simplistas, significa una degradaci? del intelecto, una
resignaci? del pensamiento en favor de la magia y la ilusi?. ?Que
se vayan todos! ?Y que vengan qui?es?, pregunto yo, como si un simple
cambio de nombres resolviera la falta de productividad del pa?, el descr?ito
del sistema judicial, la agon? de las econom?s regionales, el
aislamiento de Argentina en el mundo, la desaparici? del sistema
financiero, que el 51% de la poblaci? viva en la pobreza, entre otras
calamidades. Si vot?amos ahora, inmediatamente, y dentro de seis meses
el nuevo presidente no consiguiera frenar la crisis, habr? que reclamar
que se vayan todos otra vez ? De ah?a la autocracia hay un pasito.
Por eso lo m? sensato es tener caliente el
coraz?, pero fr? la mente para encontrar un camino verdadero, que pasa
por acertar en el diagn?tico y tener un plan de gobierno en serio.
Necesitamos estar a favor de algo y no en contra de todo. Necesitamos algo
m? que una simple proclama, necesitamos ideas claras, voluntad pol?ica
y lucidez. Todos reconocemos que la mal llamada clase pol?ica es la gran
responsable de la debacle, pero hay que analizar el continente y no solo
el contenido el problema. Es hora de distinguir entre clase y sistema pol?ico:
ning? pol?ico de la vieja clase o de la que hipot?icamente vendr?
resiste este ineficiente y caduco sistema pol?ico. Que
se nutre no solo de aparatos, punteros y ?quis sino tambi? de slogans
y frases hechas.
Tenemos
una irrefrenable propensi? al voluntarismo, concebido como la confusi?
entre las palabras y los hechos. Dicha propensi? es producto de la
ilusoria creencia de que es posible adoptar decisiones y, a la vez, eludir
sus consecuencias. El voluntarismo supone creer que para transformar la
realidad es posible ignorarla. Y no podemos ignorar que un sistema democr?ico
se nutre de organizaciones pol?icas y dirigentes pol?icos. Que deber?
ser mejores, sin duda; que deber? ser otros y no los mismos de siempre,
seguramente, pero todo concebido dentro de un plan estrat?ico de pa?
en donde definamos qu?modelo queremos. Entonces podremos dise?r las
instituciones necesarias y a partir de all? el problema de la
representaci? pol?ica y de la estructura burocr?ica ser?un eslab?
m? de una cadena virtuosa que lentamente se ir?acomodando. Alterar el
orden de la ecuaci? lo ?ico que lograr?es acentuar el problema,
generando nuevas ilusiones que habr? de estrellarse irremediablemente.
Dr.
Mart? Borrelli
borrelli@federal.org.ar
Presidente del Partido
Federal
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